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Amores y Odios

Hace algún tiempo en mi ejercicio como pastor atendí un caso “atípico” de una pareja de esposos en el cual lo único que podía observar era una relación sobre la base del odio y no del amor. Aun así, se les podía observar besándose, abrazándose y seguramente practicando otras acciones propias de un matrimonio que se ama, créame que era todo  lo contrario.

Me pregunté si acaso mi concepto era erróneo. Sin embargo, al estudiar la vida de Jacob y de Esaú vi confirmado mi análisis, sabiendo que, si entre mellizos había odio del uno hacia el otro, cabía la posibilidad que entre esposos, los cuales aunque matrimonio, nunca han tenido parentesco alguno, sucediera algo parecido.

En la porción de las Sagradas Escrituras encontramos el dilema que Jacob vivió cuando se dio cuenta de ese esperado encuentro con su hermano Esaú que algún día tendría que darse, pues ¡llegó el momento!  Han pasado más de veinte años desde que este último juró vengarse por el supuesto robo de su bendición.

El relato Bíblico nos revela no sólo el miedo de Jacob por su vida, sino también su angustia ante la posibilidad de causar daño a quien quiera que fuese, muchísimo menos a su hermano mellizo Esaú; así fuera a costa de su propia defensa.

Jacob envía unos mensajeros a manera de avanzada haciéndole saber a Esaú de su llegada, con un ingrediente adicional, los mensajeros le dicen que su hermano no viene solo, viene con cuatrocientos hombres. La reacción de Jacob es inmediata y acelerada:

Jacob sintió mucho miedo, y se puso muy angustiado. Génesis 32:7ª

Aquí la Palabra de Dios nos deja ver que Jacob sintió miedo y angustia. Mientras tanto, me pregunto: ¿Cuál será la diferencia entre miedo y angustia?

Pienso que la diferencia es física y moral, respectivamente. Tener miedo por la muerte es una cosa; contemplar la idea de ser la causa de la muerte de otro individuo es otra.

Seguramente la preocupación de Jacob va más allá de la supervivencia; profundiza seguramente más en la moralidad, resaltando el principio cristiano con la ética, incluso cuando enfrentamos nuestro propio peligro.

Sea como fuere, la Iglesia del Señor Jesús, tiene que compartir la responsabilidad de vivir y a la vez transmitir los principios y valores que nos enseña La Biblia como son el amarnos unos a otros,  la compasión por las almas, nuestra integridad y santidad y el compromiso de obedecer a Dios en todo lo que Él nos manda.

Permítame hacer la siguiente observación que consiste en que El mal existe porque es mucho mayor, eso es evidente a todos y pareciera más poderoso que la bondad.

¿Hay algún enamorado en este mundo que ame con la misma intensidad que alguien que tiene odio? ¿Hay una luz tan intensa como la densa oscuridad? ¿Ha habido alguna vez un acto de bondad realizado con la misma fuerza y el vigor que un acto de crueldad?

De cualquier manera que lo miremos, la verdad es que Esaú odia a Jacob. No importa lo que Jacob haga, Esaú lo odia. Si Jacob lo apacigua, le da regalos, actúa como un hermano, aun así, Esaú lo odia aún más. ¿Por qué?

¿Por qué Esaú odia a Jacob? Primero deberíamos preguntar: ¿Por qué existe Esaú? ¿Por qué hay maldad en nuestro mundo? ¿Por qué hay odio y oscuridad? ¿Cabría el mal en un mundo hecho sólo de bondad, amor y paz?

Entre saludos eufóricos y regalos entre estos dos hermanos, destaco algo y es que Esaú besó y abrazó a Jacob.

En ocasiones me he preguntado si la intención inicial  de Esaú hacia su hermano  era después de morderlo en el cuello, también ahorcarlo, pero en un acto inesperado de Dios haberle trastornado sus malvadas intenciones.

Gén 33:4  Pero Esaú corrió a su encuentro y, echándole los brazos al cuello, lo abrazó y lo besó. Entonces los dos se pusieron a llorar.

Como quiera que sea este no era un beso normal. ¿Qué fue lo anormal de este beso?

Todos los que estudiamos La Biblia sabemos que ese beso era anormal porque Esaú odiaba a Jacob.

Reitero, ese cambio tan abrupto de Esaú, el único que podía producirlo era Dios, y   Esaú  sabe esto—que él existe sólo para servir a su hermano menor. No importa la ferocidad de que Esaú se resista a esta verdad.  Es por ello que Esaú odia tanto a Jacob: porque sabe que su odio no es propio, sino un odio impulsado por un demonio experto en odiar.

¿Será entonces que el caso de la pareja de esposos a quienes me referí al principio, que es el de muchos esposos lamentablemente, sí se aman, pero les asiste un sentimiento de odio que no es propio sino agitado por un demonio?

Personalmente ¡Creo que sí! Porque si el amor inicia con Dios, el odio tiene su origen en el diablo.

¿Será que ese odio que sientes hacia la persona que dices amar no es propiamente tuyo?

Rvdo. Nicolás Ocampo J.
Pastor
  


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