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El caballito de palo

¿Recuerdas los caballitos de palo? Casi todos, si no tuvimos uno, por lo menos quisimos haberlo tenido.

Dos caballitos de palo he tenido en mi vida: uno me lo regalaron mis padres cuando era niño, y el otro lo recibí ya siendo mayor como un regalo de mi hija Claudia.

En esa cabeza loca de niño que me llevó a dar rienda a todo tipo de imaginación creativa, me creí el cuento que mi caballito de palo, sí era de verdad y en mi ingenuidad de niño, y hasta en mi muy precaria genialidad, “le di vida”. Por lo tanto, le hablaba, lo “chalaniaba”, lo consentía, le daba órdenes: Si quería que fuera un caballo de paso, lo era; si quería que fuera un caballo de trote, lo era; si quería que fuera un caballo de paso fino también lo era. Lo cierto es que aunque lo que yo le exigía a mi caballito de palo él lo hacía, no era sino mera imaginación, porque quien terminaba trotando, galopando o dando pasos finos era yo como “Jinete” y no él como “cabalgadura”.

Quiero decir que en lo que sí era muy flexible el caballito era en obedecerme cuando le decía que se quedara firme en un solo lugar, eso despertaba una que otra burla y hasta lo criticaban quienes estaban alrededor del juguete y observaban tan “obediente” ejemplar cabalgadura.

La firmeza, es lo que Dios está demandando hoy a su iglesia y que de manera compacta nos mantengamos firmes en esta carrera de la fe que tanto se nos critica por no negociar ninguno de los principios Bíblicos para gusto de aquellos que odian nuestro comportamiento genuino y obediente a la Eterna Palabra de Dios.

Es que Dios no desea tanto una iglesia con paso deliberadamente galopante, bruscamente trotante, y mucho menos una iglesia de vanidoso y orgulloso paso. Lo que Dios quiere de su iglesia es que como Moisés en su momento y todos los héroes de la fe, nos mantengamos firmes como viendo al Invisible.

《Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible.》
Hebreos 11:24-27

A mi caballito de palo lo ponían en ridículo más por obedecerme en que se mantuviera firme, que por los pasos que pudiera dar. 
Más tarde cuando aún era un adolescente mis mayores llevaron un caballo de verdad el cual se llamaba “diamante” y por ser un caballo de trote fino, no fueron pocas las gustosas “chalaniadas” que me di sobre sus muy finos y suaves lomos.

Rvdo. Nicolás Ocampo J.

Pastor

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