La admiración por las obras de la literatura universal despertó en mí desde que era aun muy pequeño. Recuerdo bien cuando apenas asociaba letras y muy osado tomaba uno que otro libro de la biblioteca que había en mi casa;
y como ratoncito devoraba lentamente cuanto libro encontraba.
Cuando ya pasé de mi primaria al bachillerato, teníamos dentro de nuestro horario las materias propias de cada curso, pero había una que cuando oí de ella la primera vez, llamó fuertemente mi atención por su nombre: “BIBLIOTECA.
En qué consistiría esta materia, era mi curiosidad hasta que esta quedó despejada. Nos llevaban (todo el curso), a la biblioteca del colegio que dicho sea de paso era descomunal al compararla con la que había en casa. Allí el profesor nos daba libre albedrío para que escogiéramos el libro a leer; francamente yo era de los que no quería salir de allí; mientras que la mayoría de mis compañeros de curso, no ocultaban su desánimo y animadversión por los libros, actitud que nunca entendí, y aún sigo sin entender. Pero además, empezamos a recibir clase de historia, lo cual consideré como la fresita que le faltaba al pastel. Esto era fascinante.
Recuerdo bien, cuando mi profesora Gilma, nos enseñó acerca del Caballo de Troya, y como para ese momento no había ninguna ayuda tecnológica que nos pudiera servir como ilustración didáctica, simplemente nos puso a leer la historia, la cual a medida que iba leyendo, la fui imaginando y podía hacer de ella una verdadera obra de cinematografía en mi mente. A propósito, ¿recuerdas la historia del caballo de Troya? Permíteme te refresco un poco la memoria.
El caballo de Troya fue un artilugio con forma de enorme caballo de madera que se menciona en la historia de la guerra de Troya y que según este relato fue usado por los aqueos como una estrategia para introducirse en la ciudad fortificada de Troya. Tomado por los troyanos como un signo de su victoria, el caballo fue llevado dentro de los gigantescos muros, sin saber que en su interior se ocultaban varios soldados enemigos. Durante la noche, los guerreros salieron del caballo, mataron a los centinelas y abrieron las puertas de la ciudad para permitir la entrada del ejército aqueo, lo que provocó la caída definitiva de Troya.
La fuente más antigua que menciona el caballo de Troya, aunque de manera breve, es la Odisea de Homero. Posteriormente otros autores ofrecieron relatos más amplios del mito, entre los que destaca la narración que recoge la Eneida de Virgilio.
La ciudad de Troya había sido asediada durante diez largos años, pero los atacantes griegos, encabezados por Agamenón, Ulises y otros no habían podido aún lograr salvar los muros de la ciudad. El mayor de los griegos, Aquiles, había caído en la batalla, muerto por una flecha que atravesó su talón. Ulises, viendo la situación, vio que la ciudad jamás podía ser tomada a la fuerza, por lo que hacía falta algo mejor…
Los griegos construyeron un enorme caballo de madera y se alojaron en el interior con sus mejores guerreros. La figura del caballo era simbólica. Se trataba de uno de los símbolos de Atenea, diosa de la guerra que había apoyado a los griegos en su acoso a Troya. Además, en algunas leyendas la figura del caballo era sagrada para los troyanos.
Después de muchos años de haber leído y oído por primera vez de esta obra de la literatura, puedo sacar una enseñanza: “HAY REGALOS MUY ATRACTIVOS QUE PUEDEN DESTRUIR Y MATAR.”
Es exactamente en lo que satanás el enemigo de nuestras almas, muestra su más extensa experiencia para ofrecernos muchas cosas, que parecen atractivas y hasta valiosas, pero por provenir de manos de este destructor por naturaleza, no son más que apariencias, que a la larga van a traernos destrucción, pérdida y hasta la misma muerte.
Tengamos cuidado con lo que aceptamos, porque como lo aprendí de mi padre desde que yo era niño: “No todo lo que brilla es oro”.
Además, recuerda que, la labor de satanás aparte de ser persistente, es tratar de meternos uno que otro “caballo de troya” para hacernos caer de la Gracia que Dios nos dio en Cristo Jesús.
Considera lo siguiente:
De Dios puedes confiar aunque no sepas hacia dónde te lleva, pero de satanás el enemigo de tu alma, desconfía siempre aunque parezca muy atractiva su oferta.
Por favor pasa tu mirada y tu corazón por el siguiente texto bíblico, considéralo y medita en él:
“Así que acerquémonos confiadamente al trono de la gracia para recibir misericordia y hallar la gracia que nos ayude en el momento que más la necesitemos.” Hebreos 4:16
Rvdo. Nicolás Ocampo J.
Pastor