Entonces el rey ordenó: —No maten al niño. Entréguenlo a la que no quiere que lo maten. Ella es su verdadera madre. 1 Reyes 3:27 TLA
Cuando Dios permite que alguien venga a la vida, Él dispone que por el proceso natural esta nueva vida sea preservada en el lugar que Él considera más seguro, es decir, el vientre de la madre.
La madre que entiende esto, asumirá por el resto de sus días el cuidado de la vida de su hijo como una prioridad.
Mientras las cosas sean posibles, una mamá hará lo que sea necesario por cumplir su mandato de amor.
En la narración del primer libro de Reyes capítulo 3, desde el versículo 16, se nos cuenta la historia de dos mujeres prostitutas que han tenido cada una un hijo, con tres días de diferencia. Una de ellas se acostó sobre su hijo y lo aplastó. Cuando se dio cuenta que murió, se levantó y puso su hijo muerto al lado de la otra mujer, pero tomó al hijo vivo de la otra mujer y lo llevó a su cama.
Esta situación generó una discusión que se convirtió en una disputa jurídica que hizo que el caso llegara ante el Rey de Israel, el Rey Salomón.
El Rey escuchó el caso y observó cómo las dos mujeres alegaban que el niño vivo era de ellas. Así que, él, al ver que la situación era confusa, ordenó traer una espada y cuando se la trajeron ordenó que partieran al niño por la mitad para darle a cada madre una porción.
La verdadera madre reaccionó de inmediato y pidió que no le quitaran la vida al niño, mientras que la impostora pedía que sí lo partieran.
En ese instante el Rey Salomón supo cuál era la verdadera mamá.
En esta historia que es real, el rey Salomón representa a Dios, la madre del niño muerto representa el egoísmo y el corazón mundano que tiene todo ser humano. La madre del niño vivo representa a toda mamá que está dispuesta a actuar con fuerza y amor por la vida de su hijo.
Cuando una mamá ora, Dios oye esa oración y le concede su petición debido a que ella conoce las verdaderas necesidades de su hijo y por ello es concreta, sincera y efectiva.
Observo con regularidad que muchas oraciones tienen demasiadas explicaciones que Dios no necesita porque Él sabe qué es aquello que necesitamos (Mateo 6:8), sin embargo, cuando en la Biblia se muestra a mujeres que oran por sus hijos, ellas hacían oraciones precisas, cortas, sin rodeos y sin complicaciones.
De la oración de una madre podemos aprender que nuestro diálogo con Dios debe desbordarse en alabanza, agradecimiento y peticiones que alineen nuestro corazón a Su Voluntad.
Rvdo. Nicolás Ocampo M.
Pastor
DIOS TU CONOCEMOS LA DIFICULTAD Q TENGO Y LO Q HAY EN MI CORAZON.