Creo que muchos recuerdan esa famosa tira cómica que nos hacía reír con las ocurrencias de esta pareja singular de esposos que siempre se la pasaban discutiendo. Me refiero a Educando a Papa,
esta tira cómica que cuenta la historia de un matrimonio formado por Pancho y Ramona. Donde Ramona le vive pegando al pobre Pancho por cualquier cosa, generalmente con el rodillo de la cocina o una escoba.
Pancho es un nuevo rico que siempre vivió en la pobreza y al tener dinero, no lo sabe emplear, queriendo vivir como siempre; pero Ramona, que es una intrusa interesada, lo quiere manejar a su manera. Tarea bien difícil, pues Pancho ya está curtido y acostumbrado a vivir a su manera. De ahí se desprende situaciones muy chistosas.
Después de haberle refrescado su memoria con esa tira cómica, francamente no es mi tema a tratar. Lo que quiero es traerle a una realidad actual y muy común en nuestros días, la de aquel fenómeno social que viene en ascenso cuyos orígenes están en el seno familiar. La relación de padres e hijos.
Si bien es cierto que ninguno o casi ninguno recibió un manual de instrucciones que le capacitara para ser papá o mamá, también es cierto que por lo menos como instinto y luego por experiencia, vamos alcanzado el nivel para hacer más llevadera la relación intrafamiliar.
Lo más curioso de todo es que en la mayoría de las familias donde no se muestra interés por educar a los hijos, son estos los que a su manera están educando a papá y mamá, y de paso se llevan al abismo todo el hogar.
Los niños, manipuladores por instinto y en otros casos de profesión, saben cuál es el talón de Aquiles en cada uno de sus progenitores y se aprovechan de todo tipo de situación para sacar de ella provecho sin importarles si van en perjuicio de los demás o no.
Por ejemplo: Hoy los niños reciben premios como oferta previa de sus padres si ganan las materias en sus estudios. Esta es una de las razones por las que el niño va a estudiar; más por interés que por devoción, estudia por ganar un premio a manera de coima, que por adquirir conocimiento. Estudian, pero no se educan.
Otros se la pasan despertando lástima hacia sus padres, de manera que alcanzan logros materiales, nunca sustanciales.
En fin, tantas cosas por decir, que me da la impresión que estamos dejando que los niños eduquen a papá, cuando ni siquiera ellos han aprendido lo que es educación. El peligro está en que como dice el Señor Jesús: “Si un ciego guía a otro ciego, los dos se van al profundo hueco de la miseria y el dolor irreversibles.
Acudamos mejor al orden bíblico para ahuyentar la tragedia familiar: …mi padre me instruyó de esta manera:
Aférrate de corazón a mis palabras; obedece mis mandamientos, y vivirás. Pro4:4
Instruye al niño en el camino correcto, y aun en su vejez no lo abandonará. Pro 22:6
Después de instruir al niño con amor, puedo decirlo con autoridad y por experiencia, que ni el niño se va a dejar llevar por los excesos, ni el padre tendrá temor de ser manipulado, sino que va a ser preciso, justo y equitativo en su trato con la familia manifestando su amor hacia la misma. De esa manera tendrá discernimiento y recibirá capacidad y entereza, para decir “sí”, cuando sea “sí”, y “no”, cuando sea “no”, porque “no” también es una respuesta.
Y aunque el apóstol Pablo dice que somos los padres los que debemos ahorrar para los hijos, es cierto que los hijos no pueden quedarse atrás, haciendo algo mejor por sus padres.
Miren que por tercera vez estoy listo para visitarlos, y no les seré una carga, pues no me interesa lo que ustedes tienen sino lo que ustedes son. Después de todo, no son los hijos los que deben ahorrar para los padres, sino los padres para los hijos.
Así que de buena gana gastaré todo lo que tengo, y hasta yo mismo me desgastaré del todo por ustedes. Si los amo hasta el extremo, ¿me amarán menos? 2Co 12:14-15
Recibido este consejo, la decisión está en cada uno: Educamos a nuestros hijos, para que cuando crezcan no sufran los rigores de nuestra ausencia, o dejamos que los niños inexpertos nos eduquen a nosotros, llevando al traste el modelo de familia que Dios ha establecido. ¿Qué escoges?
Rvdo. NICOLÁS OCAMPO J. – Pastor