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El Citador

Eran los finales de los años 60 cuando se escuchaba la canción “Juanito Preguntón”, pero a su vez era un boom la banda de los Beatles y con ellos el hipismo tomaba fuerza; era la moda de los pantalones de bota campana; del pelo largo en los hombres;

de la falda corta o mejor conocida como minifalda en las mujeres. En fin, era una oleada de cambios en nuestra sociedad, era la Era Moderna. Para ese momento rondaba mis once años. Era como todo niño, vivaz, hiperactivo, y sobre todo servicial. Ya habían pasado por lo menos cinco años, porque desde la edad de seis años trabajaba cumpliendo así el principio  de mi padre don Pastor, que si algo quería, me lo tenía que ganar trabajando; por lo tanto para la edad de once años ya era “ducho” en los trajines del trabajo en la calle y por lo tanto conocía como el mejor hasta el último rincón de mi pueblo natal y con él conocía a cada uno de sus habitantes, experiencia que me abrió las puertas en la central de teléfonos para que sirviera como citador.

La central telefónica de mi pueblo que pertenecía a la entidad oficial  Empresas Departamentales de Antioquia en sus siglas EDA era un salón que tenía una operadora de nombre Alba Aguirre quien diadema en su cabeza atendía,  desde cualquier lugar del país las llamadas que entraban siendo Medellín especialmente la de mayor demanda, ya fuera de la central Alpujarra o Calibío. ¿Cómo funcionaba? Resulta que quien hacía la llamada, tenía que sentarse a esperar que la persona a quien se llamaba fuera ubicada. En ese instante empezaba la carrera contra – reloj  del citador. Recuerdo que velozmente al primer lugar que me dirigía era a la casa del citado y si este no se encontraba allí, como aguja en pajar buscaba hasta “desenterrarlo”   y daba por terminada mi satisfactoria carrera, que se veía a veces frustrada cuando muchos de los citados salían cabizbajos, tristes y uno que otro, llorando porque las noticias recibidas eran para anunciar muertes, enfermedades graves, fracasos en negocios, hijos con frustraciones al no poder avanzar en sus estudios superiores; en mi mente de niño llegué a pensar “No debí haberlos buscado con tanta diligencia y les hubiera evitado su dolor”. Pero también mi frustración se veía rápidamente cambiada cuando quienes abandonaban la central telefónica lo hacían eufóricos y hasta bailando porque lo que habían recibido eran súper buenas noticias. Era un momento en que citados y citador pasábamos un tiempo de alegría y un poco de bienestar.

Paso rápidamente mientras medito en todo esto, a meditar en que,  un día nosotros recibiremos una citación que el Señor Jesús hará desde su Central Celestial y enviará unos citadores por todo el mundo para convocarnos a una cita final. Veamos:

La señal del Hijo del hombre aparecerá en el cielo, y se angustiarán todas las razas de la tierra. Verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo con poder y gran gloria.

Y al sonido de la gran trompeta mandará a sus ángeles, y reunirán de los cuatro vientos a los elegidos, de un extremo al otro del cielo. Mat 24:30-31  

Una vez allí entenderemos el porqué de esta citación:

Porque es necesario que todos comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba lo que le corresponda, según lo bueno o malo que haya hecho mientras vivió en el cuerpo. 2Corintios 5:10 

Nuestra obra será puesta a prueba y de acuerdo al resultado será también la noticia que recibamos:

Si alguien construye sobre este fundamento, ya sea con oro, plata y piedras preciosas, o con madera, heno y paja,  su obra se mostrará tal cual es, pues el día del juicio la dejará al descubierto. El fuego la dará a conocer, y pondrá a prueba la calidad del trabajo de cada uno. Si lo que alguien ha construido permanece, recibirá su recompensa, pero si su obra es consumida por las llamas, él sufrirá pérdida. Será salvo, pero como quien pasa por el fuego. 1Corintios 3:12-15 

Al finalizar de cada jornada como citador llegaba a mi casa con el resultado de mi “titánica” labor con la satisfacción de haberle servido a mi prójimo, por una paga, pero al fin y al cabo servicio con amor, y con el reconocimiento de mis paisanos de ser una persona con vocación de servicio, mismo servicio que hoy le presto al Señor Jesús y a Su Iglesia de la cual tú eres parte. 

 

Rvdo. Nicolás Ocampo J.

Pastor

  

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