El débil nunca puede perdonar. Perdonar es el atributo del fuerte”
Quiero con esta frase magistral, empezar este saludo para tratar de hacerme entender por aquellos que aun piensan que Dios no puede perdonar. Creer eso es creer que Dios es débil.
Teniendo en cuenta que el tema del perdón es un tema tan complejo para ser entendido, lo más prudente es no analizarlo desde el pensamiento y relación entre humanos, sino desde la perspectiva de la relación de Dios con el hombre. Creo que todos o por lo menos la mayoría de las personas somos proclives a meter el tema del perdón en un entramado de evasivas al momento de necesitar del perdón por parte de un semejante. Cosa distinta queremos que suceda cuando se trata de que se nos otorgue el perdón.
El escenario cambia cuando hemos recibido el perdón de parte de Dios, ya que es de esa manera que aprendemos no sólo a perdonar sino también a pedir perdón.
¿Te sientes perdonado? ¿Eres capaz de perdonar?
Veamos qué pasó cuando en una ocasión el rey David pecó contra Dios; su experiencia, pero también su enseñanza recibida, él la deja plasmada en la historia en el siguiente salmo.
Medita en esta Escritura Sagrada si eres de los que piensa que para Dios es imposible perdonar.
Dichoso aquel a quien se le perdonan sus transgresiones, a quien se le borran sus pecados, Dichoso aquel a quien el SEÑOR no toma en cuenta su maldad y en cuyo espíritu no hay engaño. Mientras guardé silencio, mis huesos se fueron consumiendo por mi gemir de todo el día. Mi fuerza se fue debilitando como al calor del verano, porque día y noche tu mano pesaba sobre mí. Selah
Pero te confesé mi pecado, y no te oculté mi maldad. Me dije: «Voy a confesar mis transgresiones al SEÑOR», y tú perdonaste mi maldad y mi pecado. Selah
Por eso los fieles te invocan en momentos de angustia; [d] caudalosas aguas podrán desbordarse, pero a ellos no los alcanzarán. Tú eres mi refugio; tú me protegerás del peligro y me rodearás con cánticos de liberación. Selah El SEÑOR dice: «Yo te instruiré, yo te mostraré el camino que debes seguir; yo te daré
consejos y velaré por ti. No seas como el mulo o el caballo, que no tienen discernimiento, y cuyo brío
hay que domar con brida y freno, para acercarlos a ti.» Muchas son las calamidades de los malvados, pero el gran amor del SEÑOR envuelve a los que en él confían. ¡Alégrense, ustedes los justos; regocíjense en el SEÑOR! ¡canten todos ustedes, los rectos de corazón! Psa 32:1-11
Rvdo. NICOLÁS OCAMPO J. – Pastor