Hace apenas unos días nació mi primera nieta. Tengo muy fresco en mi memoria el instante cuando mi hijo Nicolás y mi nuera Mariana nos dieron la noticia. Se inició entonces el proceso natural del embarazo, seguido de esa ansiedad que produce el querer saber el sexo de la criatura, para de una vez llamarle por su nombre, previamente escogido por sus padres.
Fue precisamente a los meses cuando nos dimos cuenta que era una bebé y que llevaría el nombre de Victoria.
A partir de ese momento todos los de su entorno la llamábamos por su nombre, Victoria. Pero además empezamos a notar cómo en la medida que iba corriendo la noticia, las personas que se enteraban del nombre de la niña, no dejaban de decir muchísimas admiraciones y mostrar expresiones de alegría por tan bello y significativo nombre.
Todo lo anterior me impulsó para compartir con ustedes de manera breve, la importancia del nombre. ¿Por qué?
Porque el nombre de acuerdo al diccionario es una palabra que sirve para designar a los seres vivos. Todo de acuerdo a las costumbres y a las diferentes culturas.
En Israel por ejemplo, un nombre es más que eso. Un nombre es, entre otras cosas, la esencia, la naturaleza física y profética, el carácter, la reputación, la autoridad y hasta la memoria de una persona. Con esas referencias en nuestra mente, quiero analizar ciertos ejemplos en las Sagradas Escrituras, en las que en muchos casos hacen referencia al “buen nombre” y al “mal nombre” respectivamente, señalando también la reputación y el carácter de una persona. Porque además, el nombre podía definir el carácter profético de un individuo, y fuera de eso, los padres marcaban a sus hijos con los nombres.
Veamos solamente algunos de muchos ejemplos:
Jacob. Su nombre provenía de la raíz de la palabra hebrea Ekev “tobillo”, que le quedaba perfecto a una persona cuya reacción a los problemas de la vida fue siempre “salir corriendo” Pero un día se dio cuenta que tenía que luchar en vez de salir corriendo y el Ángel del Señor con quien luchaba le informa:
Entonces el hombre le dijo: —Ya no te llamarás Jacob, sino Israel , porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido. Génesis 32:28
¿Qué pasó con Jacob? Sufrió un cambio drástico en su estilo de vida y con ese cambio una nueva descripción personal.
Nabal. [Necio] Estaba casado con Abigail era una mujer que aparte de sabia, era hermosa. Nabal, era un hombre avaro que era tan terco como una mula. Después de que Nabal, que era tan rico como malo, se negó a dar provisiones al rey David y a sus hombres. Abigail les dio pan, vino, carne y frutos secos, y convenció a David de no matar a su marido.
No haga usted caso de ese grosero de Nabal, pues le hace honor a su nombre, que significa “necio”. La necedad lo acompaña por todas partes. Yo, por mi parte, no vi a los mensajeros que usted, mi señor, envió. 1Samuel 25:25
Abraham. Uno de los nombres hebreos más conocidos es Abraham, de hecho es el nombre del progenitor del pueblo judío.
Pero no siempre fue así. Antes de llamarse Abraham se llamaba Abram .
Quizás usted vea esto como detalles insignificantes si no fuera por el hecho de que Dios mismo le cambió el nombre, según consta en las Sagradas Escrituras. ¿Qué relevancia tiene esto para nosotros en nuestras vidas? Pues mira que sí.
Ya no te llamarás Abram, sino que de ahora en adelante tu nombre será Abraham, porque te he confirmado como padre de una multitud de naciones. Génesis 17:5
Jesús. El nombre de Jesús viene de arameo yeshosúa que significa: “El Señor es el Salvador”. Un nombre que tiene así mismo distintas variantes: del griego Iesoús y del latín Iesus. En síntesis el nombre Jesús que conocemos actualmente proviene de una traducción griega de la forma corta aramea (Yeshu’a) , que es el verdadero Nombre de Jesús. Designación que destaca ampliamente el apóstol Pablo al escribir que Jesús es el Nombre sobre todo nombre.
Por eso Dios lo exaltó hasta lo sumo y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre, para que ante el nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra,
Php 2:11 y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre. Filipenses 2:9-11
Queda claro pues la importancia que en sí, lleva el nombre sobre una persona. ¿Sabes cuál es la importancia de tu nombre?
Rvdo. Nicolás Ocampo J.
Pastor