La Biblia dice:
Huyan de la inmoralidad sexual. Todos los demás pecados que una persona comete quedan fuera de su cuerpo; pero el que comete inmoralidades sexuales peca contra su propio cuerpo.
1 Corintios 6:18 NVI
El apóstol Pablo nos hace una advertencia urgente: “Huyan de la inmoralidad sexual“. Esta exhortación no es una más; va acompañada de una verdad radical: “Todos los demás pecados que una persona comete quedan fuera de su cuerpo; pero el que comete inmoralidades sexuales peca contra su propio cuerpo“.
Todos los pecados son contra Dios (y a menudo contra el prójimo), pero la inmoralidad sexual añade una capa de gravedad: es un pecado contra uno mismo, un acto de violencia o crueldad contra el propio cuerpo.
La cultura actual ve el cuerpo como una posesión personal, para moldear y usar a voluntad. Pero la Palabra de Dios tiene una perspectiva diferente y poderosa:
* Tu Cuerpo Le Pertenece a Dios: “—¿Acaso no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo, quien está en ustedes y al que han recibido de parte de Dios? Ustedes no son sus propios dueños; fueron comprados por un precio. Por tanto, honren con su cuerpo a Dios” (1 Co 6:19-20).
* Tu Cuerpo es la Morada del Espíritu Santo: ¡Nuestro cuerpo es el lugar donde reside Dios! Pecar contra él es dañar Su morada. Es el instrumento de santidad que debe ser usado para la justicia.
La inmoralidad sexual no solo rompe nuestra comunión con el Padre, sino que profana activamente el templo que Él mismo compró y habita.
Hoy, reflexiona en esta verdad: Tú no te perteneces. Fuiste comprado con la sangre de Jesús. ¿Estás honrando a Dios con el templo que Él te confió?
Para meditar:
* ¿He estado tratando mi cuerpo como una posesión personal o como el Templo de Dios?
* ¿Qué cambios debo hacer para honrar a Dios con mi cuerpo?
Oración
Padre Celestial, en ocasiones corro hacia aquello de lo que debería huir. Perdóname por tratar cruel, violenta y pecaminosamente mi cuerpo que es Templo de Tu Espíritu Santo.
En el Nombre precioso del Señor Jesús, te pido que me guíes en la reconciliación con mi cuerpo y en la consagración como Tu morada. Amén