El salmista en Salmo 5:3 dice:
“Por la mañana, Señor, escuchas mi clamor; por la mañana te presento mis ruegos, y quedo a la espera de tu respuesta”.
Este versículo nos enseña algo fundamental sobre la oración. La palabra hebrea para “presento” (arák) significa más que simplemente hablar con Dios; implica poner en orden, preparar y alinear nuestras peticiones. Esta idea transformó mi forma de orar en un momento de profunda angustia.
Hace unos años, me sentía abrumado por la presión de mi comunidad para que me casara. La situación era insoportable. Mi espiritualidad estaba madurando, pero esa misma madurez me hacía sentir más vulnerable y sensible. Una mañana, lleno de desesperación, fui al altar de la iglesia. Me arrojé al suelo, llorando y murmurando una oración caótica y desordenada. Mis sentimientos iban de la alabanza a la frustración, y de la fe a la desesperanza. Me di cuenta de que mi oración no tenía coherencia; era un reflejo de mi caos interior.
En ese momento, el Espíritu Santo me hizo una pregunta simple pero poderosa: ¿Si alguien te hablara de esta manera, serías capaz de entender lo que te quiere decir?
Me di cuenta de que no, y decidí que necesitaba ordenar mis ideas. Tomé papel y lápiz y empecé a escribir mi oración. Necesité toda una semana para terminar, escribiendo y borrando. Fue un proceso de profundo discernimiento: evalué mis sentimientos, recordé pasajes bíblicos, me arrepentí de mis propios errores y, finalmente, agradecí a Dios por Su Fidelidad. Solo después de ordenar mi corazón y mis pensamientos, volví al altar.
Cuando presenté esa oración organizada, ya no había caos. Había adoración, gratitud, clamor y una paz inmensa. Mi carga se había convertido en alegría.Inmediatamente, Dios me dio una respuesta clara sobre quién sería mi futura esposa. Pasó un año y medio hasta que esa oración se hizo realidad, pero la paz vino de inmediato.
La oración es un acercamiento íntimo y sincero a Dios, no una improvisación desordenada. A diferencia de un rezo mecánico, la oración nos permite expresarnos con espontaneidad. Sin embargo, en los momentos más cruciales, debemos esforzarnos por ordenar nuestros pensamientos para que nuestra comunicación con Dios sea clara y efectiva.
El salmista no solo oraba; él “presentaba” sus ruegos. Esto nos llama a reflexionar: ¿estás orando con un corazón desordenado o estás tomando el tiempo para alinear tus ideas y tu espíritu con la Voluntad de Dios?
El Señor nos invita a ser intencionales en nuestra comunión con Él, a confiar, a orar con orden y a esperar Su respuesta con fe.Oración
Padre Celestial, sé que el afán y otros enemigos que proceden de mi actitud me impiden orar con la necesaria claridad mental y la suficiente fe. Ayúdame a concentrarme en ti y dame la Gracia de ordenar mi mente y alinear mi corazón a tu Voluntad.
Te lo pido en el Nombre precioso del Señor Jesús y en el Poder de tu Espíritu Santo, Amén.