Dado que las madres trabajan 8766 horas al año, es decir todo el tiempo, se hace incontable decir todo lo que ellas hacen por sus hijos.
“La mujer que está por dar a luz siente dolores porque ha llegado su momento, pero en cuanto nace la criatura se olvida de su angustia por la alegría de haber traído al mundo un nuevo ser.” Jesús.
Juan 16:21
Dado que las madres trabajan 8766 horas al año, es decir todo el tiempo, se hace incontable decir todo lo que ellas hacen por sus hijos.
Me preguntaba cómo puede uno demostrar que alguien hace tanto si casi todas sus funciones son intangibles, y cómo puede uno definir qué es exactamente lo que hace.
No pude llegar a un cálculo de cuántas horas usa una madre para cocinar, barrer, planchar, cuidar a los enfermos, guardar la ropa, hacer mercado, etc, por dos razones, primero porque es imposible, ya que ellas siempre hacen más de lo que se necesita, y segundo porque hoy día muchas madres se han dedicado a su profesión sin dejar de ser “mamás”.
Pero creo que hay por lo menos cuatro cosas que podrían resumir lo que ellas hacen:
1. Enseñar. Gran parte del talento desarrollado por cada individuo está ligado a la instrucción maternal. Cómo hablamos, cómo vestimos, cómo pensamos, cómo sentimos, cómo comemos, cómo caminamos, cómo leemos, cómo respetamos, cómo interpretamos el mundo y todo lo que implique el progreso personal, tiene una orientación definida por la madre. (Proverbios 1:8)
Pro 1:8 Hijo mío, escucha las correcciones de tu padre y no abandones las enseñanzas de tu madre.
2. Cuidar. Esta labor está muy aferrada a los acostumbrados “NO” que toda la vida escuchamos y que a medida que maduramos se convierten en señales de bendición que valoramos más. NO trasnoches, NO salgas, NO llegues tarde, NO dejes la comida, NO te dejes la camisa por fuera, NO te ensucies. Estas y un millón más parecen imposiciones atrevidas que tienen como fin protegernos del error. (Proverbios 6:20)
Pro 6:20 Hijo mío, obedece el mandamiento de tu padre y no abandones la enseñanza de tu madre.
3. Acompañar. No puedo evitar pensar en María junto a la cruz de Jesús sin poder hacer nada. Él estaba cumpliendo la voluntad del Padre Celestial, pero ella con lealtad, de esa que duele desde las entrañas, observaba en silencio cada gesto, cada palabra, cada golpe en su cuerpo. Ella, su madre, está muriendo en vida pero pegada al bebé del pesebre que creció y ahora muere por todos. (Juan 19:26 y 27)
Joh 19:26 Cuando Jesús vio a su madre, y a su lado al discípulo a quien él amaba, dijo a su madre: –Mujer, ahí tienes a tu hijo.
Joh 19:27 Luego dijo al discípulo: –Ahí tienes a tu madre. Y desde aquel momento ese discípulo la recibió en su casa.
4. Orar. Muchos de los “NO” que mencioné en el “cuidado”, con el paso del tiempo y a medida que crecemos se convierten en silencios respetuosos que no son indiferencia, sino motivos de oración que se presentan ante quien siempre escucha. Las noches en vela y las miradas de ternura que aguardan con paciencia la respuesta de Dios, son en realidad luchas espirituales que ellas sin saber muchas teorías y teologías convierten en actos de fe genuinos y llenos de amor.
Por eso a todas las Madres en especial a la mía, les envío un GRACIAS que nunca podrá ser equivalente a los 31´536.000 segundos que dedican para amarnos cada año y por toda la vida.
Rvdo. Nicolás Ocampo M.
Pastor