Tener frente a ti un ser humano al que le diste vida y en sus primeros años por lo menos depende absolutamente de ti. ¿Qué significa saber que tu vida ha cambiado para siempre?
Que no importa cuántas décadas hayan pasado, cuántos sueños incumplidos tengas, ahora hay algo más importante y al mismo tiempo más bello. ¿Cómo se siente el peso de la responsabilidad, la angustia de proveer económicamente, y la conciencia moral, o en la enseñanza que uno se ve forzado a trasmitir? Y más importante de todo ¿cómo hacerlo bien? ¿cómo ser un buen padre? ¿qué es lo que debo hacer? ¿qué es importante y qué no? Son preguntas a las cuales no tengo respuesta. Sin embargo, me parece sumamente interesante observar la forma en la que a lo largo de los siglos distintas culturas lo han respondido.
En nuestro caso se puede abordar la pregunta desde varios ángulos: el padre es a la vez el maestro del hijo, su guía moral y el principal eslabón en la cadena de trasmisión de la devoción a Dios. Si la madre es en cierto sentido el sustento emocional y espiritual del hijo, quien le da sabor a la vida, le enseña a sentir la Presencia del Señor Jesús; el padre es quien da la estructura moral necesaria para continuar esa forma de vida. Es quien se encarga de enseñarle La Palabra del Señor al hijo, proveer económicamente para la familia y sentar las bases de su porvenir. Esa responsabilidad que se le asigna la vemos presente a lo largo de toda la historia familiar, en las tradiciones que se realizan y las historias fascinantes que encontramos en La Biblia. Hablaré de ello a continuación.
Mencionaré las seis tareas a las cuales un padre está obligado, entre ellas se encuentra asegurarse de que su hijo sea presentado al Señor, y de paso dedicarlo al Creador; enseñarle Las Sagradas Escrituras, enseñarle un oficio, casarlo y enseñarle el amor por una profesión o un deporte. Mucho se ha dicho de cómo cada una de estas responsabilidades se dirige hacia un área específica en la vida que una persona necesita para generar la estructura de la que hablé antes.
Por un lado, se encuentran las obligaciones referentes a la independencia material del hijo; un padre está obligado a darle las herramientas necesarias a su hijo para que sea independiente y eso incluye tener un oficio con el cual pueda mantenerse; ayudarlo a formar su propia familia y aprender a “nadar” en la época que haya un riesgo grande de morir “ahogado”.
Por el otro se muestran aquellas pertinentes a la transmisión de la Palabra de Dios y los principios espirituales; es el padre quien le abre al hijo el camino hacia La Palabra de Dios, es él quien es responsable de que se dé esa conexión indesligable de la Presencia de Dios. Usted se preguntará y ¿Por qué el padre?
El verdadero cristianismo siempre tiene varias áreas: La parte del respeto y la parte del amor, la parte voluntaria y la parte obligatoria, las emociones y las acciones.
Natural o culturalmente tendemos a identificar a la figura del padre más con el miedo y el respeto que con el cariño y el amor emocional que la madre nos produce. Existen varias citas dentro la Palabra de Dios donde se nos pide honrar y temer a nuestros padres.
»Honra a tu padre y a tu madre, para que disfrutes de una larga vida en la tierra que te da el SEÑOR tu Dios. Éxodo 20:12
»Honra a tu padre y a tu madre, como el SEÑOR tu Dios te lo ha ordenado, para que disfrutes de una larga vida y te vaya bien en la tierra que te da el SEÑOR tu Dios. Deuteronomio 5:16
«Honra a tu padre y a tu madre —que es el primer mandamiento con promesa— para que te vaya bien y disfrutes de una larga vida en la tierra.» Efesios 6:2-3
De todas formas, aunque en muchos casos muy a “regañadientes” es aceptado, el padre representa esa cara del cristianismo que es obligatoria, aquella que requiere que el hombre abra el camino y delinee los límites, y garantice un buen contenido y una sólida espiritualidad en su familia lo cual produce como resultado que la Presencia de Dios habite la casa.
Nuestros antepasados Abraham, Isaac y Jacob, cada uno de ellos abrió una nueva dimensión espiritual para su descendencia y se encargaron de enseñarla y dar estructura a sus hijos para que la continuaran, eso sí, necesitaron de la cooperación de las esposas que dieron cabida y habitación a esa realidad; por eso a ellas siempre se les compara con tiendas que eran habitadas por la Presencia del Señor. Mientras que de ellos se narra los pasos que va dando cada uno para abrir un nuevo camino espiritual, por ejemplo, las pruebas que afrontó Abraham, la atadura en el altar del sacrificio de Isaac y la travesía de Jacob de Canaán a Padám Arán y su regreso a Canaán 20 años después, como referencia, en donde con cada acción el padre se vuelve una figura de apertura, estabilidad y transmisión.
Eso fue mi padre Pastor Ocampo para mí, lo cual es razón válida para honrar su memoria en este día del padre.
¡Feliz día para todos los papás!
Rvdo. Nicolás Ocampo J.
Pastor