No solo nuestras malas acciones nos convierten en enemigos de Dios. Una mala actitud también nos sitúa en esa peligrosa condición.
El apóstol Pablo lo afirma claramente:
”En otro tiempo ustedes, por su actitud y sus malas acciones, estaban alejados de Dios y eran sus enemigos.”
(Colosenses 1:21 NVI)Nuestra postura interior es tan crucial como nuestro comportamiento exterior.
Reflexiona sobre tu actitud en diferentes áreas de tu vida:
¿Cómo es tu actitud hacia Dios?
¿Cómo es tu actitud hacia tu familia?
¿Cómo es tu actitud hacia tu pareja?
¿Cómo es tu actitud hacia la Iglesia?
¿Cómo es tu actitud hacia la sociedad?
¿Cómo es tu actitud hacia los ancianos y los niños?
¿Cómo es tu actitud hacia aquellos que piensan diferente a ti?Para meditar:
La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús, quien, siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse.
Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos.
Y al manifestarse como hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz!Por eso Dios lo exaltó hasta lo sumo y le otorgó el Nombre que está sobre todo nombre, para que ante el Nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.
Filipenses 2:5-11 NVI