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La alegría

Creo que en un mundo atestado de tantas tensiones, afanes y preocupaciones; caos en las ciudades, delincuencia en las calles, la pérdida de los valores morales; las velocidades para hacerlo todo etc., no podemos perder una de las virtudes más grandes que proviene de Dios, como lo es La Alegría. Veamos:

En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, Gálatas 5:22 

La palabra alegría resulta más expresiva que la palabra gozo, utilizada por antiguas versiones, porque gozo tiene más que ver con el placer. Regocijo, otra palabra que a veces se usa, define algo momentáneo, o eventual; pero “alegría” cubre todos los aspectos que el Espíritu Santo nos quiere transmitir.

Es claro eso sí que, Alejada de Dios, ¿qué es lo que busca la humanidad caída? Ser feliz. Pero no lo logrará.

 También es claro que la búsqueda de la felicidad es instintiva en el hom­bre;  pero -como la practica a toda costa, por sus propios medios, en su propia prudencia-, el único resultado que obtiene de esta manera es aumentar la tristeza, hacer más grande el vacío interior, acrecentar eso que se llamó en el siglo pasado, con muy buen juicio, la “angustia existencial”.

El desengaño, la amargura, el resentimiento llevan al hombre a tropezar y caer cada vez más profundamente.

El alcohol, las drogas, el sexo desordenado, la codicia de los bienes materiales y, con lamentable frecuencia, la búsqueda de lo trascendente por caminos equivocados -sectas ocultis­tas, falsas religiones, etc.- no pueden satisfacer al hombre.

Ojalá  la gente entendiera que todos los  seres humanos nacemos con un gran vacío interior y que sólo se puede llenar con la Presencia de Dios.

Por eso, es inútil bus­car la felicidad en opciones distintas. Todo lo que el hom­bre pretenda para ser feliz es un esfuerzo perdido fuera del camino de Dios.

Desgraciadamente, buena parte del cristianismo fue, desde un principio, influenciada por corrientes ajenas a la Biblia; y, debido a eso, se ha cometido durante veinte siglos el error garrafal de entristecer al hombre, deprimirlo, llevar­lo a una vida de amargura, en la práctica de una piedad mal entendida.

Reitero entonces a manera de pregunta: ¿Qué será lo que produce en nosotros la verdadera alegría sino nuestra verdadera comunión con Dios y nuestro servicio sincero a Él?   Definitivamente, “La Alegría verdadera” es el resultado de nuestra comunión y nuestro abnegado servicio al Señor Jesús, eso sí, si lo estamos haciendo correctamente.

Porque ¿quién puede comer y alegrarse, si no es por Dios? Eclesiastés 2:25

La Alabanza, por ejemplo, es un ministerio que utiliza la alegría.

Todos estamos de acuerdo en que la alegría es uno de los mayores anhelos del hombre, como expresión de la felicidad que busca en forma natural.

Por lo tanto ¡Si no hay “Alegría” entonces lo que estamos haciendo no lo estamos haciendo bien! pues todo aquel que verdaderamente sirve al Señor, lo hace con alegría.

…pues no serviste al Señor tu Dios con gozo y alegría cuando tenías de todo en abundancia. Deuteronomio 28:47 

Y los levitas y los extranjeros celebrarán contigo todo lo bueno que el Señor tu Dios te ha dado a ti y a tu familia. Deuteronomio 26:11 

Por tanto, mi servicio a Dios es para mí motivo de orgullo en Cristo Jesús. Romanos 15:17

»Y tú, Salomón, hijo mío, reconoce al Dios de tu padre, y sírvele de todo corazón y con buena disposición, pues el Señor escudriña todo corazón y discierne todo pensamiento. Si lo buscas, te permitirá que lo encuentres; si lo abandonas, te rechazará para siempre. 1Crónicas 28:9 

Sirvan al Señor con alegría; Vengan ante su presencia con regocijo. Salmo 100:2 

Hagan lo que hagan, trabajen de buena gana, como para el Señor y no como para nadie en este mundo, conscientes de que el Señor los recompensará con la herencia. Ustedes sirven a Cristo el Señor. Colosenses 3:23 

Ah, pero hay algo más, La verdadera alegría, no es sólo cuando recibimos o hacemos lo que queremos, ¡sino que es “estar contentos con nuestra porción de alimento de hoy”, y con  lo que tenemos, y lo que somos aquí y ahora mismo!

Manténganse libres del amor al dinero, y conténtense con lo que tienen, porque Dios ha dicho: «Nunca te dejaré; jamás te abandonaré.» Así que podemos decir con toda confianza: «El Señor es quien me ayuda; no temeré. ¿Qué me puede hacer un simple mortal?» Hebreos 13:5-6

Tengo entonces la plena seguridad de que uno de los deseos de Dios para su iglesia es que ésta sea permanentemente ¡Alegre!

Rvdo. Nicolás Ocampo J.

Pastor

  

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