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La Burocracia

Cada vez que se oye mencionar la palabra burocracia, inmediatamente presuponemos tramitología, desgreño administrativo, corrupción, ineficiencia y hasta ineptitud en aquellos que tienen bajo su responsabilidad regir los destinos de un ente gubernamental. En cierta medida eso es cierto que pase en los modelos de gobierno más conocidos como son: La Democracia, La Monarquía y La Dictadura.

La burocracia por ejemplo se presta para el trafico de influencias y de intrigas, que funcionarios – la mayoría corruptos – hacen lo que sea por sacar de sus puestos a aquellos que se comportan honradamente. Tal es el caso que le tocó vivir a Sadrac, Mesac y Abednego, los amigos de Daniel el profeta quienes estando cautivos en Babilonia, hallaron gracia delante de Dios más no de los babilonios, siendo los funcionarios más destacados en honradez y eficiencia, lo cual desató en una furiosa persecución y en envidias por parte de otros funcionarios reales.

Las Sagradas Escrituras así lo afirman. Veamos cómo se inicia la historia:

El rey Nabucodonosor mandó hacer una estatua de oro, de veintisiete metros de alto por dos metros y medio de ancho, y mandó que la colocaran en los llanos de Dura, en la provincia de Babilonia. Luego les ordenó a los sátrapas, prefectos, gobernadores, consejeros, tesoreros, jueces, magistrados y demás oficiales de las provincias, que asistieran a la dedicación de la estatua que había mandado erigir. Para celebrar tal dedicación, los sátrapas, prefectos, gobernadores, consejeros, tesoreros, jueces, magistrados y demás oficiales de las provincias se reunieron ante la estatua. Entonces los heraldos proclamaron a voz en cuello: «A ustedes, pueblos, naciones y gente de toda lengua, se les ordena lo siguiente: Tan pronto como escuchen la música de trompetas, flautas, cítaras, liras, arpas, zampoñas y otros instrumentos musicales, deberán inclinarse y adorar la estatua de oro que el rey Nabucodonosor ha mandado erigir. Todo el que no se incline ante ella ni la adore será arrojado de inmediato a un horno en llamas.» Daniel 3:1-6

Me llama mucho la atención cómo el profeta Daniel se toma el trabajo de describir el establecimiento burocrático en Babilonia, quienes después de que la estatua ya está diseñada, fueron los primeros en recibir las invitaciones.

Ø Los sátrapas – estos eran como gobernadores estatales.

Ø Los Prefectos – estos eran los comandantes militares.

Ø Los Gobernadores – esta palabra se refiere a los líderes de provincias más pequeñas – algo así como los alcaldes. A continuación, están:

Ø Los Consejeros – estos eran los asesores especiales del rey. Eran algo así como los senadores.

Ø Luego están Los Tesoreros – estos eran los directores generales y financieros del Imperio.

Ø después están Los Jueces – literalmente los portadores de la ley. Estos son los jueces de la corte suprema,

Ø Luego están Los Magistrados – que serían como los representantes de las Naciones Unidas, el día de hoy.

Ø Y por último, están Los Gobernadores de las provincias – este término se refiere a personas con autoridad legal y ejecutiva. Probablemente se refiere a aquellos que hoy en día denominamos oficiales de policía, comisarios y abogados

Piense usted en estos funcionarios de alto rango conspirando e intrigando ante el Emperador en contra tres jóvenes judíos creyentes en Dios; claro está, que ellos no se dejan intimidar porque tenían su confianza puesta en Dios. Veamos nuevamente cómo continúa y concluye la historia.

Pero hay algunos judíos, a quienes Su Majestad ha puesto al frente de la provincia de Babilonia, que no acatan sus órdenes. No adoran a los dioses de Su Majestad ni a la estatua de oro que mandó erigir. Se trata de Sadrac, Mesac y Abednego. Lleno de ira, Nabucodonosor los mandó llamar. Cuando los jóvenes se presentaron ante el rey, Nabucodonosor les dijo: —Ustedes tres, ¿es verdad que no honran a mis dioses ni adoran a la estatua de oro que he mandado erigir? Ahora que escuchen la música de los instrumentos musicales, más les vale que se inclinen ante la estatua que he mandado hacer, y que la adoren. De lo contrario, serán lanzados de inmediato a un horno en llamas, ¡y no habrá dios capaz de librarlos de mis manos! Sadrac, Mesac y Abednego le respondieron a Nabucodonosor: —¡No hace falta que nos defendamos ante Su Majestad! Si se nos arroja al horno en llamas, el Dios al que servimos puede librarnos del horno y de las manos de Su Majestad. Pero aun si nuestro Dios no lo hace así, sepa usted que no honraremos a sus dioses ni adoraremos a su estatua. Ante la respuesta de Sadrac, Mesac y Abednego, Nabucodonosor se puso muy furioso y cambió su actitud hacia ellos. Mandó entonces que se calentara el horno siete veces más de lo normal, y que algunos de los soldados más fuertes de su ejército ataran a los tres jóvenes y los arrojaran al horno en llamas. Fue así como los arrojaron al horno con sus mantos, sandalias, turbantes y todo, es decir, tal y como estaban vestidos. Tan inmediata fue la orden del rey, y tan caliente estaba el horno, que las llamas alcanzaron y mataron a los soldados que arrojaron a Sadrac, Mesac y Abednego, los cuales, atados de pies y manos, cayeron dentro del horno en llamas. En ese momento Nabucodonosor se puso de pie, y sorprendido les preguntó a sus consejeros: —¿Acaso no eran tres los hombres que atamos y arrojamos al fuego? —Así es, Su Majestad —le respondieron. —¡Pues miren! —exclamó—. Allí en el fuego veo a cuatro hombres, sin ataduras y sin daño alguno, ¡y el cuarto tiene la apariencia de un dios! Dicho esto, Nabucodonosor se acercó a la puerta del horno en llamas y gritó: —Sadrac, Mesac y Abednego, siervos del Dios Altísimo, ¡salgan de allí, y vengan acá! Cuando los tres jóvenes salieron del horno, los sátrapas, prefectos, gobernadores y consejeros reales se arremolinaron en torno a ellos y vieron que el fuego no les había causado ningún daño, y que ni uno solo de sus cabellos se había chamuscado; es más, su ropa no estaba quemada ¡y ni siquiera olía a humo! Daniel 3:12-27

La lección aquí para aprender es que los poderosos podrán llegar a calentar siete veces más de lo normal las llamas en contra de la iglesia, pero como lo dice el mismo Señor Jesús, “Ni las mismas puertas del infierno prevalecerán contra aquellos que confían seriamente en el Señor”

Rvdo. Nicolás Ocampo J.
Pastor
  

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