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La discriminación

Para observar este tema tan sensible, sugiero leas el capítulo 2 de La Carta escrita por el apóstol Santiago. 

Desde hace unos años, los medios de comunicación se han venido ocupando  de manera sostenida sobre el tema de la discriminación. De un modo u otro todos hemos sido víctimas, y a la vez victimarios, de ella. Lo vemos en todos los ámbitos: en las escuelas, en el trabajo e incluso en las familias. Siempre se privilegia a unos en desmedro de otros; ya sea por su edad, su sexo, su situación social o económica, todo es excusa para discriminar y subestimar.

El apóstol Santiago el medio hermano del Señor Jesús, en el siglo I ya había advertido contra ese comportamiento en el seno de la iglesia de Cristo Jesús, y es tajante en su amonestación: 

Hermanos míos, la fe que tienen en nuestro glorioso Señor Jesucristo no debe dar lugar a favoritismos. Santiago 2:1  

Seamos honestos, debemos admitir que, tristemente, en nuestras congregaciones esto sigue sucediendo: consideramos a un hermano o hermana por encima de otro en razón de su origen racial, si es un miembro más antiguo de la congregación, si su familia es de las fundadoras de la iglesia, o si tiene un parentesco con tal o cual persona, etc.

Dice Santiago que en su comunidad había hermanos que pensaban tener potestad de conceder o anular ministerios y dones, como si fuesen Dios; determinaban dónde debía sentarse tal  o cual persona, según se tratara de un rico o de un pobre.

La iglesia de Jesucristo es un lugar de inclusión, como dice con toda claridad Pablo en su carta a los gálatas y así debe mostrarse al mundo. 

Todos ustedes son hijos de Dios mediante la fe en Cristo Jesús, porque todos los que han sido bautizados en Cristo se han revestido de Cristo. Ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer, sino que todos ustedes son uno solo en Cristo Jesús. Gálatas 3:26-28  

Pero, lamentablemente, hay que admitir que aquella conducta vergonzosa repito, es una realidad en algunas congregaciones todavía hoy.

Como pastores y creyentes en Cristo Jesús, es nuestra responsabilidad comenzar a cambiar este comportamiento. Empecemos en nuestro espacio de liderazgo, demos lugar a los hermanos y hermanas que fueron discriminados, hablemos de esto y concienticemos a la iglesia. 

Sería muy interesante que leamos juntos el capítulo 2 de la carta de Santiago y meditemos en ella con humildad de corazón.

Rvdo. Nicolás Ocampo J.
Pastor
  

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