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La educación para nuestros hijos

Aunque el año escolar 2021 está a punto de terminar, y muchos padres de familia se proyectan para el próximo año en cuanto a dónde llevar a sus niños para recibir su formación académica,

no puedo dejar de recordar cuando yo hacía lo mismo y siempre tuve muy claro que la educación escolar de Nicolás y Claudia debía ser en colegio privado, la cual pasados algunos años  tuvieron que recibir en colegio público, dado que mi capacidad económica no era suficiente como para que continuaran en establecimiento de educación privada. Lo cierto es que la conclusión a la cual llegué es que la calidad de la educación no está en el lugar donde se da, sino en la persona que la recibe.

Hoy por ejemplo existe mucho debate en cuanto a la educación pública y la privada. ¿Cuál es mejor? ¿Cuál es más conveniente para nuestros hijos? Y ojalá allí terminara todo, pero el debate va creciendo cuando se polariza entre la educación con principios cristianos y la educación secular. El problema radica en que estas discusiones nos distraen del tema de fondo, el que realmente importa. Discutir, debatir y tomar posiciones con respecto a la educación de nuestros niños nos puede llevar muy fácilmente a evadir la responsabilidad que como padres tenemos de educar a nuestros hijos. Esta no es una tarea del gobierno, ni siquiera de la iglesia. La Biblia responsabiliza es a los padres de familia, concediéndonos también ese maravilloso derecho y la oportunidad de enseñarlos en lo que es la educación y dirigirlos en el aspecto espiritual, es así como se logra que esas flechas, que son nuestros hijos sean bien manejadas como lo hace un verdadero “guerrero”.

Como flechas en las manos del guerrero son los hijos de la juventud. Dichosos los que llenan su aljaba con esta clase de flechas.  No serán avergonzados por sus enemigos cuando litiguen con ellos en los tribunales. Salmo 127:4-5 

Mientras trabajamos en la “punta” de esas flechas, los hacemos más eficaces con su educación, y mientras trabajamos en la “cola” de las mismas, les damos rumbo en la vida y dirección a través de su carácter y el temor a Dios.

Resulta evidente que la Biblia está saturada de esta verdad, pero quizás el textos más contundente,  más convincente y más confrontador es el siguiente:

Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Grábate en el corazón estas palabras que hoy te mando. Incúlcaselas continuamente a tus hijos. Háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes. Deuteronomio 6:5-7 

Papá y mamá, noten que amar a Dios con todo nuestro corazón incluye la tarea maravillosa de enfocarnos en la familia, particularmente en nuestros hijos y hacer de ellos nuestros primeros estudiantes de primaria, ya que como nos lo predicó el Pastor Nicolás Jr. en días pasados, Dios tiene unos “veedores” que son sus ángeles para observarnos no solo en lo que decimos, sino en aquello que ocupa un lugar muy importante en nuestro corazón, lo que hacemos. Esto nos impedirá distraernos en debates que buscan más bien justificar nuestro estilo de vida que atender las necesidades de aprendizaje de nuestros hijos, ya que el amor es el elemento por el cual se transmite la enseñanza, y nadie los podrá amar más que sus padres. Independientemente del sistema educativo o el enfoque de enseñanza, asumamos la responsabilidad de apuntar bien a esas flechas hacia la meta de sus vidas, que es Jesús el Señor:

…sigo avanzando hacia la meta para ganar el premio que Dios ofrece mediante su llamamiento celestial en Cristo Jesús. Filipenses 3:14 

Hoy más que nunca quiero reforzar mi pensamiento en cuanto a la educación y que consiste en que, llevar a nuestros hijos a un colegio élite no los hace invulnerables a una mala costumbre, ni llevarlos a un colegio público los expone más hacia las corrientes infernales que a diario los reclaman para llevarlos al desenfreno. Es en casa al abrigo del amor de sus padres, donde el niño recibe la verdadera educación básica, transición, kínder, primaria o como quiera llamarlo.

 

Rvdo. Nicolás Ocampo J.

Pastor

  

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