La Biblia dice:
Alaba, alma mía, al Señor y no olvides ninguno de sus beneficios.
Él perdona todos tus pecados y sana todas tus dolencias…
Salmo 103:2-3 NVI
Muchos piensan que el alma es inherentemente limpia y el cuerpo es sucio, pero la Biblia revela que la verdadera podredumbre, la maldad y la iniquidad, habitan en el alma. Es allí donde se gestan los deseos, las demandas de placer y las decisiones equivocadas.
Cuando se comete inmoralidad sexual, es el alma la que somete y rinde al cuerpo. No es solo pecar con el cuerpo, sino pecar contra él.
Es el alma, con su crueldad, la que perjudica a sí misma al usar el cuerpo como instrumento de injusticia:
”El que es bondadoso se beneficia a sí mismo; el que es cruel, a sí mismo se perjudica” (Pr 11:17).
La inmoralidad sexual es una forma de autodestrucción.
Proverbios contrasta el robo (que busca mitigar el hambre) con el adulterio, declarando que “al que comete adulterio le faltan sesos; el que así actúa se destruye a sí mismo” (Pr 6:32).
Ahora bien, todo esto demuestra que el cuerpo paga un alto precio por las decisiones del alma:
* Enfermedades y adicciones.
* Quebranto emocional y culpa.
* Vergüenza y daño físico.
El pecado sexual es violencia propia. Cada parte de nuestro cuerpo utilizada para el pecado (ojos, manos, boca, etc.) ha sido abusada por las demandas de un alma que persigue un placer momentáneo. Al final, nos encontramos con un cuerpo herido y un corazón cargado.
Reconozcamos que la batalla comienza en el alma, y arrepintámonos de la maldad que nos lleva a herirnos a nosotros mismos.
Para meditar:
* ¿Reconozco las consecuencias de mis pecados en mi propio cuerpo y alma?
* ¿Estoy dispuesto a ceder el control de mi alma a la guía del Espíritu Santo?
Oración
Padre Celestial, quiero alabarte con toda mi alma, quiero amarte con toda mi alma, quiero rendirme a ti con toda mi alma.
Oro en el Nombre precioso del Señor Jesús y en el Poder de tu Espíritu Santo, Amén.