Para empezar el saludo de esta semana, me permito hacer una breve anotación sobre tres idiomas que tienen que ver con nuestra cultura los cuales se identifican así:
ALEFATO es propiamente para referirse al hebreo; el ALFABETO para referirse al griego, y el ABECEDARIO para referirse al español.
Este último del cual me quiero ocupar un poco, está compuesto por 27 letras, distinto al hebreo que tiene 22 letras (todas consonantes y sin vocales) y el griego que se compone de 24 letras.
Veintisiete letras con las cuales formamos innumerables palabras, frases, oraciones, tratados, libros y sobre todo las usamos para la comunicación verbal en nuestro diario vivir.
Siempre me he preguntado qué haríamos sin este reducido número de letras que componen nuestro idioma español.
Primero que todo, no tendríamos la Biblia, este servidor no habría podido escribir este saludo para hacer alusión a este tema de las palabras; por lo tanto, usted no estaría leyendo lo aquí escrito. Pero eso no es lo importante.
Lo importante es que no habría comunicación y sin ésta no habría diálogo en las parejas, ni en las familias; ni habría predicación del Evangelio. No habría discusiones, por lo tanto, no habría acercamientos para lograr posibles acuerdos sin los cuales no habría convivencia y de paso la vida sería insoportable y para nada llevadera. En los tribunales no habría juicios justos por lo tanto se cometerían muchas injusticias. Sin palabras no habría noviazgos y sin estos no habría romances.
Además, no existirían por lo menos dos sentidos: El habla y el oído. Este sería un mundo de sordos y de mudos y así las cosas sería un mundo de autómatas insensibles, identificados por la ausencia de solidaridad en toda la extensión de la palabra. Sin palabras no habría medios de comunicación y reinaría la desinformación.
Piensa por un instante en un piloto que desde su aeronave sin poder escuchar una voz de alerta del controlador de vuelo que desde tierra está avistando el peligro donde se corre el riesgo de que haya pérdida de vidas. Desastroso. ¿Verdad?
Imagine usted todo lo que podría pasar si no existieran las palabras. O como dicen por ahí, para un buen entendedor, pocas palabras bastan. Por eso mejor dejo a su capacidad de imaginación para que visualice a un mundo sin palabras. Aunque debo confesar que muchas veces es mejor callar que locamente hablar.
Aprovechemos para darle gracias a Dios por las palabras porque si las usamos bien seremos unos canales de descanso para nuestros semejantes cuando les hablemos palabras sanas y de bendición y con estas a su vez, podemos llevar el mensaje glorioso de La Palabra de Dios y Del Evangelio de Jesucristo.
Aprovechando que Dios nos bendijo con Su Palabra, bendigamos nosotros con las nuestras.
El que habla, hágalo como quien expresa las palabras mismas de Dios; Así Dios será en todo alabado por medio de Jesucristo, a quien sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.
1 Pedro 4:11a y c NVI
Rvdo. Nicolás Ocampo J.
Pastor