Meditaba en la mañana acerca de todo este caos que se cierne sobre la humanidad y recordé que en una ocasión invité a mi esposa y mis dos hijos a darnos un paseo a un pueblo cerca de nuestra ciudad que tiene como atractivo turístico la famosa Piedra del Peñol.
También recordé que cuando me vi frente a esa imponente piedra, lo único que sentí fue un pavor sobrecogedor. Pero simultáneamente al pavor sentí también el anhelo de poder escalar hasta lo alto y una vez estuve allá arriba sentí dos cosas básicamente. La primera es que mi miedo desapareció y la segunda es que ya no quería bajar de allí porque me sentía más seguro en lo alto que en la superficie.
¿Alguna vez has estado en la base de un cerro y colocaste tu mano sobre la roca? Los cerros se elevan hacia lo alto, macizos, sólidos y aparentemente inconmovibles. Pero Dios es nuestra Roca. Él no cambia ni nada lo perturba. Cuando estás atravesando un tiempo difícil en tu vida, tu matrimonio o tu trabajo, ¿a quién recurres? Este es un mundo alocado, donde a veces el caos parece ser la única constante. Sin embargo, en medio de toda esta confusión se encuentra El Señor Nuestra Roca, Sólida, Estable, Inconmovible. No importa entonces, de qué clase de problema se trate, si nos unimos al Señor Jesús, podemos estar se guros de algo, que estamos pisando terreno firme.
El cerro, que es el mundo, comparado con La Roca, que es el Señor, es tan débil que hoy precisamente un microscópico virus lo tiene tambaleando.
Años después, muchos años después, el Señor inspiró a mi hija Claudia a componer una canción que ha traído bendición a quienes hemos sido ministrados con ella, dicha canción está basada sobre una palabra profética salida de los labios de un ama de casa llamada Ana la mamá del profeta de Dios, Samuel.
Ana elevó esta oración:
«Mi corazón se alegra en el SEÑOR; en él radica mi poder. Puedo celebrar su salvación y burlarme de mis enemigos.
»Nadie es santo como el SEÑOR; no hay roca como nuestro Dios. ¡No hay nadie como él! 1Samuel 2:1-2
Rvdo. Nicolás Ocampo J.
Pastor