La mayoría de las veces que no encontramos o no sabemos el significado de una palabra, solemos asociarla a algo que nos permita ampliar nuestra imaginación y nuestra recordación de la misma. Piensa, por ejemplo, cómo asimilaste alguna palabra que no conocías con alguna figura que te trajera recordación.
En mi caso por ejemplo, recuerdo que cuando empecé a leer La Biblia, tuve muchos choques emocionales y mentales, al querer saber el significado de palabras como zarza. Para mí, zarza era algo así como un montón de “fogoncitos” ardiendo, pero por supuesto, no tenía ni la más remota idea de qué sería lo que La Biblia quería decir cuando afirma que Dios habló a Moisés desde la zarza. Pensando que te puede pasar lo que a mí, me he ocupado en las últimas semanas de compartirte el significado de algunas palabras que se encuentran en la Biblia y que no son comunes a nosotros. Veamos qué significado tiene la palabra zarza.
Hoy después de muchos años, me doy cuenta de que la zarza es un arbusto que tiene una característica especial y es que su forma externa da la impresión de ser un árbol inofensivo, de lo cual te das cuenta que no es así, hasta que metes la mano en él, debido a que, este arbusto esta lleno de espinas, pero todas hacia adentro. De manera que, si metes la mano, no te pasa nada, pero si intentas sacarla, seguramente te va a despedazar.
Antes que nada, vamos a la Escritura cuando habla por primera vez de la zarza:
Un día en que Moisés estaba cuidando el rebaño de Jetro, su suegro, que era sacerdote de Madián, llevó las ovejas hasta el otro extremo del desierto y llegó a Horeb, la montaña de Dios. Estando allí, el ángel del SEÑOR se le apareció entre las llamas de una zarza ardiente. Moisés notó que la zarza estaba envuelta en llamas, pero que no se consumía, así que pensó: «¡Qué increíble! Voy a ver por qué no se consume la zarza.» Éxodo 3:1-3
El ángel de Dios apareció en el corazón de un fuego al interior de una zarza. Moisés miró y vio que el arbusto estaba incendiándose, pero el mismo no se consumía. Dijo, “Debo ir, asomarme y ver por qué…”
Y es desde adentro de una zarza que Dios se reveló para enseñarle a Moisés que Dios está en todas partes, incluso en una zarza. Las molestas y dañinas espinas del arbusto, simbolizan la maldad. Así es que Dios le enseñó a Moisés que Él está presente en todo, incluso cuando el ser humano practica la maldad.
La zarza no se consumía: Alegóricamente, el bajo arbusto espinoso simboliza al hombre simple y sincero, mientras que la gente temerosa de Dios y sincera en todas las áreas son como árboles frutales prodigiosos. Aunque el hombre simple sea inferior en temas de logros, su incesante deseo por Dios nunca se consume; en este sentido, son espiritualmente
superiores a aquellos que pueden estar justamente satisfechos con sus logros y por lo tanto propensos a la complacencia y la egolatría.
Al aparecerse a Moisés en una zarza ardiente, Dios le indicó que para poder ser un verdadero líder y sacar a la libertad a su pueblo, tendría que reconocer el íntimo valor de una persona simple. Para poder recibir la Ley, que une al hombre finito y pasajero con el Dios Infinito, Moisés tendría que apreciar y enseñarles a los otros a apreciar el anhelo de La Presencia de Dios que solo un hombre simple, común y corriente demuestra tan elocuentemente. Porque Dios es infinito, no importa qué tan espiritualmente consumados seamos, siempre habrá áreas inexploradas que tendremos que atravesar en nuestro recorrido hacia Él; como dice David en el salmo 23, que aunque estemos atravesando el valle de la sombra de muerte, el Señor siempre está al lado de personas que manifiesten desde sus limitaciones, la necesidad de Él.
Una verdadera apreciación por La Presencia de Dios y Su Eterna Palabra está entonces reflejada en nuestra apreciación y deseo de luchar con la insaciable sed por la Presencia del Espíritu Santo en nosotros. Moisés entendió esta necesidad y la aplicó inmediatamente en él. Sin sentirse satisfecho con todos sus logros espirituales previos, estuvo dispuesto a abandonar todas sus preconcebidas nociones de la realidad para poder comprender la rareza de la zarza ardiente. Dijo algo así como: “ Señor: Déjame voltearme desde donde estoy para poder acercarme ahí”. En respuesta, “cuando Dios vio que él se había dado vuelta para mirar, Él lo llamó desde adentro de la zarza”: La aspiración manifestada en las palabras de Moisés es la base de toda Íntima Devoción con Dios. Es lo que nos hace humanos, seres que aspiramos a escalar y trascender tanto en profundidad intelectual como en pureza espiritual.
Al mostrarle a Moisés una zarza ardiente, seguramente Dios también le estaba revelando otro aspecto de la naturaleza Infinita de la Palabra de Dios, de la cual nos dice el mismo Señor Jesús, que podrán desaparecer los cielos y todo el universo pero que Su Palabra ¡Nunca Pasará! Moisés sabía que, espiritualmente, abandonar las trabas de Egipto, es decir
del mundo, significaría trascender la realidad limitada y conectarse con la grandeza de Dios. Pero él asumió que si alguien experimentase el fuego infinito del anhelo de Dios, se consumiría, ya que una experiencia de tal magnitud tendría que lógicamente ser más de lo que un ser finito pueda soportar.
Por el otro lado, también asumió que aquellos que sucumben al fuego de la pasión y placer y que toleran todo lo terrenal y pecaminoso también serán consumidos por el mismo. De ahí la importancia al establecer una relación inquebrantable con Dios que según el mundo, parece dirigir a absurdas consecuencias. El resultado final será entonces, que el justo tendrá que abandonar este mundo y sus prácticas pecaminosas mientras que el malvado estará prisionero en su maldad.
Dios por lo tanto le mostró a Moisés la zarza ardiente que no se consumía.
La Palabra de Dios que él recibiría y transmitiría a su pueblo posibilitaría al hombre recto a lograr un equilibrio adecuado entre su tránsito por este mundo terrenal con la Íntima Devoción que lo encamina hacia el Propósito Eterno de Dios aquí en la tierra, que consiste en hacernos un pueblo santo para Él, también revelando Él Su Poder Infinito dentro de la gente más perversa, permitiéndoles reenfocar sus vidas en cualquier momento y transformar ese fuego mundano en Fuego Sagrado, a través de La Obra Santificadora del Espíritu Santo.