Y tú, ¿cómo “disparas”?
Me parece que el índice de injusticias sería muy bajo si la influencia de las apariencias no fuera una constante en el ser humano.
De ser así, seríamos más compasivos, más comprensivos y no dejaríamos que las especulaciones que causan el dejarnos llevar por lo que parece ser y no por lo que es, nos mantuvieran prevenidos y amargados a toda hora. Además, no estaríamos disparando flechas a diestra y siniestra haciendo juicios injustos sobre nuestro prójimo. ¿Te has preguntado alguna vez si tú disparas? Y si lo haces, te has preguntado: ¿Cómo “disparas”? Te invito a reflexionar sobre el siguiente cuento:
«Cuentan que hace mucho tiempo, en un reino muy lejano, vivía un rey al que le gustaba viajar por sus tierras y conocer de primera mano a sus súbditos y sus costumbres.
Y cuentan que en un viaje llegó a una tierra donde por todos lados vio dianas pintadas con una flecha clavada en su centro exacto. Estaban en los árboles, en las puertas de madera, en los postes, etc.
Admirado por tal proeza el rey mandó buscar al arquero capaz de acertar siempre en el centro. Y tras mucho buscar y preguntar, finalmente fue hallado el hábil arquero.
Cuál fue la sorpresa del rey cuando descubrió que se trataba de un niño, de no más de 10 años. Admirado una vez más, el rey ofreció al niño ser parte de su séquito y además que hiciera parte de su seguridad personal. Hecha tan atractiva oferta, El rey le preguntó:
– Dime, joven arquero, ¿cómo consigues acertar siempre en el centro exacto de las dianas?
– Es fácil, respondió el niño; primero disparo la flecha y luego pinto alrededor la diana”.
El rey nunca sospechó que lo deslumbraba una apariencia que parecía una realidad.
Al leer este cuento me viene a la cabeza la forma en que podríamos incurrir en señalamientos que no pasarían de ser más allá de injustos y torturantes.
Hace algunos años arrimó a la puerta del templo de la iglesia que pastoreo junto a mi familia, un hombre con una apariencia y un comportamiento extraños que no dejaron de inquietarme y todavía fue más mi inquietud, cuando me preguntó sobre las actividades que como comunidad celebramos. Lo atendí escéptico pero amable y se despidió no sin antes decirme que vendría al siguiente Culto acompañado de su familia. Tres días después, efectivamente vino con toda su familia, con una apariencia totalmente distinta y además con una demostración de verdadero adorador. Con el paso de los días nos dimos cuenta de que eran gente consagrada y con verdadera vocación de servicio. Hoy sirven al Señor Jesús desde el pastorado.
La lección que me quedó y que aprendí es que detrás de cada persona que llega a la iglesia hay alguien que viene con la necesidad de recibir el Mensaje de Salvación dado por Dios en Cristo Jesús y que no debo dejarme llevar por las apariencias y que mucho menos debo “disparar” flechas a cualquier lado, no sea que una de ellas termine siendo una “flecha perdida” que termine matando a un inocente. Obviamente, debo tener discernimiento para detectar uno que otro intruso que llegue con otras intenciones. Quiero agregar, además, que quien entra por las puertas del Templo, si tiene riquezas no es más, ni el que no tiene es menos.
Tengamos cuidado en la manera en que miramos a las personas, porque: La forma en que planteo mis objetivos define claramente el tipo de persona que soy.
Frente a este tema sobre las apariencias, quiero que te acompañes de los siguientes textos bíblicos:
Pero el Señor le dijo a Samuel: —No te dejes impresionar por su apariencia ni por su estatura, pues yo lo he rechazado. La gente se fija en las apariencias, pero yo me fijo en el corazón. 1Samuel 16:8
Él [Cristo Jesús], se deleitará en el temor del Señor; no juzgará según las apariencias, ni decidirá por lo que oiga decir, Isaías 11:3
No juzguen por las apariencias; juzguen con justicia. Juan 7:24
Además:
Sean compasivos, así como su Padre es compasivo.» No juzguen, y no se les juzgará. No condenen, y no se les condenará. Perdonen, y se les perdonará. Den, y se les dará: se les echará en el regazo una medida llena, apretada, sacudida y desbordante. Porque con la medida que midan a otros, se les medirá a ustedes.» Lucas 6:36-38
Rvdo. Nicolás Ocampo J.
Pastor