Dialogaba con mi esposa Marlen después de nuestro tiempo devocional del pasado miércoles abordando diferentes temas afines a las Sagradas Escrituras, como también temas propios de la vida cotidiana. Uno de esos temas hablados era acerca de las personas que todo el tiempo se están auto elogiando y expresando estridencias acerca de ellos mismos que terminan fastidiando a los demás.
Hay un dicho ampliamente conocido en el común de las personas cuando se trata de elogios o auto elogios conocido como: “Le gusta echar muchas flores” o “Gusta mucho que le echen flores.” Ahora bien, echar flores a alguien suena a reconocimiento, no siempre es adulación; echarse flores sobre sí, suena a egoísmo rayando a egolatría.
He oído esposos decir que no hay alguno como ellos. Me gustaría saber si la esposa piensa y dice lo mismo. De esa manera también sucede con padres de familia, sabrá Dios si los hijos piensan y dicen lo mismo. La lista es tan larga que mencionaré algunos casos: El profesor y los alumnos; el empleador y el empleado; el asesor y el asesorado; el gobernante y los gobernados. Creo que los ejemplos sobreabundan.
Sin embargo, permítame le pongo como ejemplo a Cristo Jesús quien, siendo Dios, en alguna ocasión preguntó a sus discípulos lo siguiente:
Cierto día, Jesús se alejó de las multitudes para orar a solas. Sólo estaban con él sus discípulos, y les preguntó: —¿Quién dice la gente que soy?
—Bueno —contestaron—, algunos dicen Juan el Bautista, otros dicen Elías, y otros dicen que eres uno de los otros antiguos profetas, que volvió de la muerte.
Entonces les preguntó: —Y ustedes, ¿quién dicen que soy? Pedro contestó: —¡Tú eres el Mesías enviado por Dios! Lucas 9:18-20
De lo anterior, puedo afirmar que no era que el Señor Jesús careciera de identidad, mucho menos de incertidumbre conceptual, simplemente quería saber qué opinión había de Él entre las gentes.
Y esto caló tanto en la vida del apóstol Pedro, que más tarde escribió, dándonos el siguiente consejo:
…Dios los llamó a hacer lo bueno, aunque eso signifique que tengan que sufrir, tal como Cristo sufrió por ustedes. Él es su ejemplo, y deben seguir sus pasos. Él nunca pecó y jamás engañó a nadie. No respondía cuando lo insultaban ni amenazaba con vengarse cuando sufría. Dejaba su causa en manos de Dios, quien siempre juzga con justicia. 1Pe 2:21-23
Además, como el Señor en su Omnisciencia sabe quién lo adora o quién lo adula, piensen en lo que ocurrió cuando iniciaba su Ministerio terrenal:
Mientras estaba en Jerusalén, durante la fiesta de la Pascua, muchos creyeron en su nombre al ver las señales que hacía. En cambio Jesús no les creía porque los conocía a todos; no necesitaba que nadie le informara nada acerca de los demás, pues él conocía el interior del ser humano. Juan 2:23-25
Sí debo precisar que, habrá momentos en los que uno tiene que reconocerse algunas modestias, porque excepto uno; nadie más conoce algunos logros alcanzados que son ocultos ante los demás.
Termino este saludo precisando que, debemos conservarnos humildes y centrados ante los elogios, ser moderadamente cuidadosos frente a las adulaciones, cuando de recibirlos se trata. Eso sí, sinceros y transparentes al momento de hacer llover flores hacia los demás, porque: “ Una persona que habla mucho de sí, no ha establecido un límite claro entre él mismo y su entorno.”