La Biblia dice:
”Así que el ángel me dijo: Esta es la palabra del Señor para Zorobabel:
“No será por la fuerza ni por ningún poder, sino por mi Espíritu —dice el Señor Todopoderoso—.”
Zacarías 4:6 (NVI)
Las Batallas de la Vida y la Lucha Interior
Indudablemente, todos enfrentamos batallas personales a diario. Algunas se manifiestan en situaciones y circunstancias externas, que, aunque difíciles, son a menudo más tangibles y, paradójicamente, más posibles de vencer.
Sin embargo, existe otro tipo de lucha: las batallas que residen dentro de nosotros. A primera vista, parecen inofensivas, pues se libran en lo íntimo y lo secreto. Pero en realidad, son absolutamente crueles, largas y desgastantes (Cantares 2:15).
Estas luchas internas atacan directamente nuestra propia pecaminosidad, debilidad o concupiscencia (Santiago 1:14-16).
El Silencio y la Derrota
Para intentar liberar estas contiendas, algunos buscan ayuda psicológica, consejería o acompañamiento espiritual. La dura verdad es que la mayoría de las personas guarda silencio y sufre en soledad por aquellas cosas que no ha logrado vencer:
* Sentimientos de lujuria o culpa por pecados ocultos.
* Mal carácter o ira.
* Deseos sexuales reprimidos o vínculos afectivos prohibidos.
* Nostalgia persistente por personas o situaciones del pasado.
* Ataduras con exparejas y todo aquello que, por más que se intente, no desaparece ni por un momento del pensamiento (Génesis 6:5).
Cuando estas batallas no se llevan a la presencia de Dios, la derrota es inevitable para quien:
* Ha guardado silencio por evitar ser juzgado.
* Ha callado por miedo al desprecio de sus seres queridos o aquellos con quienes tiene responsabilidad.
* Sufre en soledad para evitar ser “escandaloso”.
* Se siente indigno o impedido de acercarse a Jesús por pudor o religiosidad.
Quien vive estas luchas no está contento ni conforme; está sufriendo porque ha intentado deshacerse de ellas una y otra vez, pero no ha podido vencer en sus propias fuerzas.
El Poder de Su Espíritu Santo.
Es justo en este punto donde se hace vital comprender la promesa de Dios: Él ha prometido venir en nuestra ayuda cuando reconocemos que, por nosotros mismos, somos incapaces de vencer. La victoria no viene de nuestra voluntad, sino del Poder de Su Espíritu Santo.
¿Qué hacer para acoger Su ayuda?
1. Acércate a Dios en oración. Haz de la oración tu campo de batalla principal.
2. Confiesa sinceramente al Señor todos tus sentimientos, incluso si te parecen crudos, vergonzosos o irreverentes. Él ya conoce tu corazón.
3. Reconoce la raíz de la lucha: Asume que tu desgaste es producto de deseos pecaminosos que, inicialmente, produjeron placer.
4. Ora con perseverancia hasta que tengas la certeza de que la batalla ha terminado a tu favor.
5. Busca apoyo: En ocasiones, la ayuda de una persona espiritualmente madura es necesaria para acompañarte y supervisar, pues nuestro corazón es engañoso (Jeremías 17:9).
6. Vive en oración constante: Continúa el resto de tu vida orando en el Espíritu (Efesios 6:18).
7. Huye de la tentación (2 Timoteo 2:22).
Dios ha prometido darnos la Victoria por el Poder de Su Espíritu. No luches más en tus fuerzas. Acógete a esta promesa y sé más que vencedor (Romanos 8:37).
Oración
Padre Celestial, reconozco que por las exigencias en las que he sido formado y por mi propia pecaminosidad siempre estoy luchando solo, me considero indigno de ayuda y he llegado a pensar que mis cosas no son importantes para ti.
Me arrepiento y reconozco que necesito el Poder de tu Espíritu Santo.
Confieso que mis cosas te importan y me acercó a ti por medio de la fe en Cristo Jesús y en el Poder de tu Espíritu Santo, Amén.