Es inevitable que cuando oímos pronunciar el nombre de Noé lo relacionemos con el Arca.
No sé cuántos “Noés” he conocido en mi vida y lo que alcanzo a recordar es que nunca dejé de asociarlos con un arca.
Contrariamente cuando oímos la palabra arca, es inevitable que asociemos esta palabra con Noé.
En un contexto más allá de lo social, está el contexto bíblico en cuanto a Noé, siempre va a llegar a su pensamiento “El Arca de Noé” o “El Arca del Pacto”
Es muy frecuente que, a los traductores de la Biblia, así como cualquier otro traductor debe escoger determinadas palabras para traducir una idea. Sin embargo, estas decisiones, a pesar de ser muy estudiadas por personas demasiado capacitadas, son relativas.
Remontándonos al hebreo, uno de los idiomas más antiguos, es en este precisamente que encontramos algunas palabras que pueden significar 1, 2, 3 o hasta 10 cosas distintas en español, así como también puede suceder que hay 5 o 10 palabras distintas en hebreo, para un solo concepto o significado en español.
En el caso del cual me ocupo en este día, la palabra Arca (Tevá en hebreo) aparece por primera vez en génesis 6:14, cuando el Señor Dios le ordena a Noé construir El Arca para salvarse él y su familia del diluvio:
Constrúyete un arca de madera resinosa, hazle compartimentos, y cúbrela con brea por dentro y por fuera. Génesis 6:14
¿Qué aprendemos entonces? De aquí aprendemos que la palabra “Arca” está relacionada con una especie de bote o embarcación que brinda protección a los tripulantes.
Teniendo esto en cuenta, no es de sorprendernos que encontremos en Las Sagradas Escrituras que el Arca del Pacto – aclaro Arca del Pacto – en el hebreo no tiene el mismo significado que El Arca de Noé ya que, como lo dije renglones atrás esta era para referirse a una nave donde viajan los navegantes.
Vistas, así las cosas, entonces vamos a encontrar otra arca (tevá en hebreo) esta vez en Egipto de la cual nos habla el libro de Éxodo, ahora no para salvar a una familia sino a un bebé de escasos meses de nacido, llamado Moisés, cuando su madre construyó una “arquilla” (tevá en hebreo) ya no de madera sino de juncos y la impermeabilizó con brea y asfalto:
Hubo un levita que tomó por esposa a una mujer de su propia tribu. La mujer quedó embarazada y tuvo un hijo, y al verlo tan hermoso lo escondió durante tres meses. Cuando ya no pudo seguir ocultándolo, preparó una cesta de papiro, la embadurnó con brea y asfalto y, poniendo en ella al niño, fue a dejar la cesta entre los juncos que había a la orilla del Nilo. Éxodo 2:1-3
En este caso el traductor seguramente escogió la palabra “arquilla” en lugar de “arca” para diferenciarla del Arca gigante construida por Noe, a pesar de que ambas palabras en hebreo tienen la misma raíz (Tevá). Y aunque en ambos casos podemos apreciar esa conexión del significado para ambas “naves” las cuales sirvieron en su momento para salvar una familia(Noé y su familia) en el primer caso y, un neonato en el segundo caso, quiero agregar como suelo hacerlo en mis predicaciones evangelísticas que hay otra “arca” esta vez no para salvar una sola familia o un solo individuo, sino para salvar a todos aquellos que deseen mediante la obediencia al Evangelio subir allí, al Arca de Salvación cuyo nombre es Jesús el Señor.
Del arca de Noé no tenemos noticias, del arca de Moisés menos, contrariamente de esa arca de Salvación llamada Jesús, hoy más que nunca están frescas las noticias, de manera que garantizado está que nuestra seguridad de salvación fallará cuando Jesús falle y esto nunca sucederá porque nuestra vida está escondida con Cristo en Dios tal como lo escribe el apóstol Pablo en el siguiente texto:
Piensen en las cosas del cielo, no en las de la tierra. Pues ustedes han muerto a esta vida, y su verdadera vida está escondida con Cristo en Dios. Y, cuando Cristo —quien es la vida de ustedes —sea revelado a todo el mundo, ustedes participarán de toda su gloria. Así que hagan morir las cosas pecaminosas y terrenales que acechan dentro de ustedes. No tengan nada que ver con la inmoralidad sexual, la impureza, las bajas pasiones y los malos deseos. No sean avaros, pues la persona avara es idólatra porque adora las cosas de este mundo. Colosenses 3:2-5
No me cansaré de predicar y de enseñar que no es nuestra breve historia en el planeta tierra quien nos presenta a Dios, siempre hemos sido conocidos por Él, el deseo amoroso de Dios es que le conozcamos y seamos salvos, en Cristo Jesús.