Desde que era aún muy niño mi hijo mostró su afición por la música, razón suficiente para que junto a mi esposa, tomáramos la decisión de darle un acordeón alemán para niños, lo que no fue posible,
porque cuando me acerqué a la tienda donde vendían los instrumentos musicales, encontré la noticia que no llenaba los requisitos para obtenerlo por crédito. Aunque muy tristes, mi esposa y yo, decidimos esperar un tiempo, hasta que llegó el día cuando en vez de un acordeón, le dimos para la época de navidad un piano. Pero viene el siguiente paso. Él no sabía tocar piano y el profesor más cercano era yo, y tampoco yo sabía , y no sé tocar piano, ni ningún otro instrumento musical, aunque sí le enseñé las primeras notas ¡Que horror, digo, que honor! En consecuencia, vimos la necesidad de matricularlo en una escuela de música y durante varios años estudió piano en una muy reconocida academia acá en la ciudad de Medellín.
Un día, y después de algunos años, el niño se sentó como de costumbre a practicar me dijo: “Papá, el piano se encogió, está más pequeño” Le contesté: No, es el mismo piano que te ha acompañado en estos pocos años, lo que pasa es que ¡Tú estás más grande!
Pues bien, resulta que el crecimiento espiritual, al igual que el físico, suele darse lentamente. Es un proceso constante que implica que nos parezcamos más al Señor Jesús, y sucede que a medida que somos transformados mediante la renovación de nuestra mente como lo afirma el apóstol Pablo en la siguiente Escritura:
No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta. Romanos 12:2
Cuando el Espíritu Santo obra en nosotros, es precisamente que nos damos cuenta de la condición del pecado en nosotros, no para quedarnos en dicha condición, sino para que nos esforcemos por cambiar. A veces lo logramos, y otras, fracasamos. Si parece que nada cambia, seguramente nos desanimamos, pero es ahí el preciso momento cuando debemos animarnos y no perder la certeza que nos hallamos en pleno proceso de cambio y a través de este el proceso de crecimiento.
¿Qué hace falta entonces para nuestro crecimiento espiritual? Básicamente tres ingredientes: El Espíritu Santo, nuestras ganas de cambiar y por supuesto tiempo. Si procedemos de esa manera, seguramente cuando miremos atrás el camino recorrido, notaremos el crecimiento espiritual que hemos tenido.
Para este momento mi hijo Junior no solamente es un excelente músico, sino algo mucho mejor, un siervo del Señor Jesús como pastor. Él, se sometió al proceso de Dios y creció en estatura y en conocimiento de Dios y está observando diariamente como el que se encoge es el pecado y no el piano.
Deseo con todo mi corazón que Dios el Señor nos dé la fe para seguir adelante y creer sin titubeos, que “el que comenzó en nosotros la buena obra”, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo como lo escribe el apóstol Pablo en su carta a los filipenses.
Te invito para que leas la siguiente Escritura:
Pablo y Timoteo, siervos de Cristo Jesús, a todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos, junto con los obispos y diáconos: Que Dios nuestro Padre y el Señor Jesucristo les concedan gracia y paz. Doy gracias a mi Dios cada vez que me acuerdo de ustedes. En todas mis oraciones por todos ustedes, siempre oro con alegría, porque han participado en el evangelio desde el primer día hasta ahora. Estoy convencido de esto: el que comenzó tan buena obra en ustedes la irá perfeccionando hasta el día de Cristo Jesús. Es justo que yo piense así de todos ustedes porque los llevo en el corazón; pues, ya sea que me encuentre preso o defendiendo y confirmando el evangelio, todos ustedes participan conmigo de la gracia que Dios me ha dado. Dios es testigo de cuánto los quiero a todos con el entrañable amor de Cristo Jesús. Esto es lo que pido en oración: que el amor de ustedes abunde cada vez más en conocimiento y en buen juicio, para que disciernan lo que es mejor, y sean puros e irreprochables para el día de Cristo, llenos del fruto de justicia que se produce por medio de Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios. Filipenses 1:1-11
Rvdo. Nicolás Ocampo J.
Pastor