Los acrósticos, esos que se trazan de Las prioridades y la manera como damos orden a nuestros compromisos ocupan parte de nuestro tiempo en el diario vivir.
En ocasiones cuando no llevamos un debido orden corremos el riesgo de darle prioridad a lo elemental y manejable, y dejamos de lado lo importante y realmente urgente. Para tocar un solo ejemplo, quiero llamar tu atención sobre todo lo que está pasando a nuestro alrededor en el mundo entero y veas que la mayoría de las personas está centrando su atención sobre un solo asunto y ha dejado de lado asuntos tan importantes como el lado espiritual que a la postre es el que interesa.
También quiero llamar tu atención para que imagines la ingrata sorpresa que algunas personas que no dieron prioridad al asunto espiritual, como saber escuchar lo que el Señor Jesús dice en Su Palabra, experimentarán cuando esperando una estupenda bienvenida en el Cielo, sean excluidas y alejadas de La Presencia de Dios.
Algunos creyendo falsamente en que están llenos de méritos y de credenciales repletas de reconocimiento terrenal impresionante, se sentirán “sobreseguros” de recibir la misma o mayor cantidad de aplausos en el cielo como ocurría acá en la tierra. Podrán ser excelentes oradores, buenos maestros, o también campeones en recaudar fondos, figuras religiosas de un inigualable reconocimiento, pero que olvidaron una cosa que tenían en común, el haber cometido el error de impresionar a Dios con sus logros.
Dios quiere de Su Pueblo una verdadera y sincera obediencia. Esa debe ser nuestra prioridad número uno. El status terrenal no significa nada para el Señor Jesús. Si tu confianza está puesta solamente en Cristo Jesús y eres fiel en cumplir la Voluntad de Dios en tu hogar, en tu barrio, tu lugar de trabajo y cualquier otro sitio donde Él te coloque, serás bienvenido en Su Reino.
No olvides pues, darle prioridad a lo espiritual y tener como número uno tu verdadera y sincera comunión con Dios.
Lee lo que te dice el Señor Jesús en el siguiente pasaje bíblico:
»No todo el que me dice: “Señor, Señor”, entrará en el reino de los cielos, sino sólo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Muchos me dirán en aquel día: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios e hicimos muchos milagros?” Entonces les diré claramente: “Jamás los conocí. ¡Aléjense de mí, hacedores de maldad!”
»Por tanto, todo el que me oye estas palabras y las pone en práctica es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca. Cayeron las lluvias, crecieron los ríos, y soplaron los vientos y azotaron aquella casa; con todo, la casa no se derrumbó porque estaba cimentada sobre la roca. Pero todo el que me oye estas palabras y no las pone en práctica es como un hombre insensato que construyó su casa sobre la arena. Cayeron las lluvias, crecieron los ríos, y soplaron los vientos y azotaron aquella casa, y ésta se derrumbó, y grande fue su ruina.»
Mat 7:21-27
Rvdo. Nicolás Ocampo J.
Pastor