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Puntuales

Pero cuando se cumplió el plazo, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley… Gal 4:4

Una de las tantas cosas buenas que aprendí de mi padre Don Pastor, fue ser cumplido en mis horarios y en mis compromisos de toda índole. No importaba cuánto tuviera que madrugar. Nunca llegaba tarde a la escuela cuando era niño, ni a ninguna parte ahora que soy adulto.

Es cierto que ir con el tiempo medido lo lleva a uno a andar apurado en la calle y si es el caso de ir conduciendo, terminamos desafiando todas las normas de tránsito, siempre apurados, siempre haciendo fuerza, siempre mirando el reloj, solo para comprobar que el bendito reloj jamás se detiene. La mentira de la llanta “chuzada” hace tiempo ha dejado de ser la explicación por qué la puntualidad es nuestra peor aliada. Yo creo que es tiempo que aprendamos que, salir tan afanados nos hace olvidar cosas importantes: si es un estudiante, olvidar la cajita de colores, la cartelera en la que se ha trasnochado junto a papá y mamá trabajando duro. Si es empleado, seguramente se le quedó en casa la “coca” del almuerzo preparado desde el día anterior. Si es un cristiano, olvidó su Biblia, su libreta de notas, sus diezmos y hasta la ayuda para los más necesitados de la congregación; para luego decir a boca llena que somos hijos de Dios olvidando detalles tan simples como aprender a ser cumplidos tal como lo es Él.

Créanme que desde que he tenido la oportunidad de manejar mi tiempo, me propuse no llegar tarde a ninguna parte. He aprendido el refrán que dice que: “El tiempo es oro”. Ah y otro refrán que se me pasaba por alto: “El tiempo perdido lo cobra Dios”. Y aun otro más: “No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”

Los anteriores refranes ya los había sintetizado el apóstol Pablo cuando escribió:

Así que tengan cuidado de su manera de vivir. No vivan como necios sino como sabios, aprovechando al máximo cada momento oportuno, porque los días son malos. Efesios 5:15-16

Antes que nada, ruego su perdón al citarme en primera persona, pero soy el que llega a las citas médicas antes de la hora señalada. Soy el que rara vez deja olvidado algo en casa. Soy el que mira el reloj cada minuto cuando estoy en una situación de espera.

Lamentablemente en nuestro país Colombia y seguramente en muchos países, la regla es llegar tarde y la excepción de esa regla es llegar puntual.

Conozco una persona que, a menudo, llega retrasada al lugar de trabajo. Su excusa es que vive muy lejos. En alguna ocasión terminamos discutiendo acerca de si su excusa justifica la impuntualidad. Yo digo que no. Mi punto es que quien vive más

lejos debería llegar de primero porque está obligado a prever las posibles dificultades del trayecto, no solo las conocidas como un taco en la vía, un semáforo dañado, un vehículo varado, un incidente de tránsito, sino también las desconocidas. Es de admirar que en Íntima Devoción los hermanos que vienen de más lejos, son los primeros en llegar. Es la constante.

Una verdad de a puño es que, si salimos temprano previendo todo tipo de obstáculos, la única forma de evitarlos es madrugando más. Si alguien tiene otra táctica que levante la mano.

Estoy seguro que Dios en su anticipado conocimiento ya sabía lo que mi papá, Don Pastor, no alcanzó a leer acerca de Shakespeare quien escribió que: “Es mejor llegar tres horas demasiado pronto que un minuto demasiado tarde.”

Ya sabes, ser PUNTUAL es una virtud que a muchos les falta por imitar de Nuestro Padre Celestial.

Rvdo. Nicolás Ocampo J.
Pastor
  

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