La vida de fe representa en sí misma la realidad evidente de vivir conforme a lo que se cree. Si este principio se altera, no habrá coherencia, se vivirá en lo absurdo y se caerá en el terrible error y pecado del fanatismo religioso.
Para los Cristianos, la norma de fe reposa en las Sagradas Escrituras, es decir, en la Biblia y cabe aclarar, sólo en ella. No hay literatura paralela, ni magisterio eclesial, ni derecho canónico, ni encíclica o documento pontificio que alcance en lo más mínimo la suficiencia y Poder de la Biblia.
Por lo anterior, la lectura diaria, ordenada y ferviente del Santo libro tiene como fin llevar al lector a una praxis de fe.
El Apóstol Santiago, hermano medio del Señor Jesús escribió:
No se contenten solo con escuchar la Palabra, pues así se engañan ustedes mismos. Llévenla a la práctica. El que escucha la Palabra, pero no la pone en práctica es como el que se mira el rostro en un espejo y, después de mirarse, se va y se olvida en seguida de cómo es. Pero quien se fija atentamente en la ley perfecta que da libertad, y persevera en ella, no olvidando lo que ha oído, sino haciéndolo, recibirá bendición al practicarla.
Santiago 1:22-25 NVI
Si sabes que Dios en Su Palabra habla de perdón y no lo prácticas, eres como quien se mira a un espejo…
Si sabes que Dios en Su Palabra habla de Su amor gratuito y no lo practicas, eres como quien se mira en un espejo…
Si sabes que Dios en Su Palabra habla de la suficiencia del Sacrificio del Señor Jesús y no lo practicas, eres como quien se mira en un espejo…
Si sabes que Dios en Su Palabra habla de apartarse de la inmoralidad sexual y no lo practicas, eres como quien se mira en un espejo…
Así las cosas, hay que leer la Biblia y ponerla en práctica.
Lo que se sabe y no se practica, con el tiempo se olvida.
Lo que se sabe y se practica es como quien bien una casa edifica.
Feliz día.
Rvdo. Nicolás Ocampo M.
Pastor