Quiero, antes que nada, que lea las siguientes porciones Bíblicas:
La Pascua deberá comerse en casa, y de allí no se sacará ni un solo pedazo de carne. Tampoco se le quebrará ningún hueso al animal sacrificado. Éxodo 12:46
Muchas son las angustias del justo, pero el Señor lo librará de todas ellas; le protegerá todos los huesos, y ni uno solo le quebrarán. Salmo 34:19-20
Cuando el Señor Jesús fue sacrificado, nos enseña el apóstol Juan que, a diferencia de los dos delincuentes; o, bandidos; o ladrones como suelen llamar a los que estaban colgados a ambos lados, al Señor Jesús no le quebraron ni un solo hueso de su cuerpo.
Sin embargo, el apóstol Juan escribe lo siguiente:
Pero cuando se acercaron a Jesús y vieron que ya estaba muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante le brotó sangre y agua. El que lo vio ha dado testimonio de ello, y su testimonio es verídico. Él sabe que dice la verdad, para que también ustedes crean. Estas cosas sucedieron para que se cumpliera la Escritura: «No le quebrarán ningún hueso» Juan 19:33-36
Ahora bien, usted se preguntará ¿Qué relación tiene “la justicia” de un reo con que sus huesos no sean quebrados?
Antes de darte una respuesta, quiero que hagas memoria – hago referencia a quienes son miembros de la Iglesia Íntima Devoción – que alguna vez nos han oído a los pastores Nicolás Junior o a este servidor quien escribe, ya sea en conversaciones formales o en nuestras predicaciones, hablarles de la costumbre que tenían los antiguos pastores de Israel con el trato a su rebaño. Si nunca nos has escuchado o lo has olvidado, te lo cuento o también te lo recuerdo.
Resulta que, cuando un cordero se desviaba del rebaño y se apartaba de su pastor, no obedeciendo a su voz, el pastor iba en su búsqueda, iba tras el cordero y lo golpeaba con su cayado y le quebraba una pata. Luego unía de nuevo la pata quebrada con una venda para que el hueso soldara, sanara y se restaurara. El dolor que sufría este cordero en su pata le impedía que caminara, de esta manera era imposible que el cordero se desviara de nuevo desobedeciendo la voz de su pastor. En vista que el animal lesionado era incapaz de caminar con la pata quebrada, la costumbre era que el pastor tomara el cordero en sus brazos y lo colocara sobre sus hombros, de esta manera el cordero aprendía que en todo momento su deberes seguir los pasos de su pastor y obedecer su voz. Todo esto tenía como fin que el cordero aprendiera a no descarriarse.
En vista de la anterior ilustración esa es la razón por la cual el cordero de Pascua no se le quebraba ningún hueso porque este cordero tenía que dar la imagen de un cordero perfecto, que incluye que no haya desobedecido a su pastor, mucho menos que se haya descarriado. A Jesús el Señor “El Justo” y también “El Cordero de Dios” – tal como dicen las Escrituras que enseguida te voy a compartir – no se le quebró ni un solo hueso, así como tampoco debía de quebrársele ningún hueso al cordero de la Pascua.
El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros antepasados, ha glorificado a su siervo Jesús. Ustedes lo entregaron y lo rechazaron ante Pilato, aunque éste había decidido soltarlo. Rechazaron al Santo y Justo, y pidieron que se indultara a un asesino. Mataron al autor de la vida, pero Dios lo levantó de entre los muertos, y de eso nosotros somos testigos. Hechos 3:13-15
Al día siguiente Juan vio a Jesús que se acercaba a él, y dijo: «¡Aquí tienen al Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo! Juan 1:29
De manera que tiene mucho mérito lo que el salmista escribe en el salmo 100 cuando dice que somos ovejas de su prado, en el sentido que debemos proceder en obediencia, santidad y sin ninguna intención de descarriarnos, para de esa manera no exponernos a que nuestros huesos sean quebrados.
Aclamen alegres al Señor, habitantes de toda la tierra; adoren al Señor con regocijo.
Preséntense ante Él con cánticos de júbilo. Reconozcan que el Señor es Dios; él nos hizo, y somos suyos. Somos su pueblo, ovejas de su prado. Entren por sus puertas con acción de gracias; vengan a sus atrios con himnos de alabanza; denle gracias, alaben su *nombre. Porque el Señor es bueno y su gran amor es eterno; su fidelidad permanece para siempre. Salmo 100:1-5