Cuando Dios se hizo Hombre en la persona de Jesús el Señor, se cumplió la profecía anunciada durante siglos por los profetas: ¡Dios vino a salvar a Su Pueblo!
Sin embargo, las Sagradas Escrituras también habían anticipado que esta salvación se extendería a los gentiles, es decir, a aquellos que no eran judíos:
“En aquel día restauraré la casa caída de David. Repararé sus grietas, restauraré sus ruinas y la reconstruiré tal como era en días pasados, para que ellos posean el remanente de Edom y todas las naciones sobre las que se ha invocado mi nombre, afirma el Señor, quien hará estas cosas.” Amós 9:11-12 NVI
Cuando los primeros gentiles comenzaron a creer en Jesús, surgieron desafíos. Algunos creyentes judíos, miembros de la secta de los fariseos, generaron confusión al insistir en que los gentiles debían cumplir la Ley de Moisés para ser salvos.
Esta situación llevó a una reunión crucial donde el Espíritu Santo, los Apóstoles y los pastores discernieron que no era necesario que los gentiles se convirtieran en prosélitos judíos para alcanzar la salvación. Como se afirma en Hechos 15:11 (NVI): “¡No puede ser! Más bien, como ellos, creemos que somos salvos por la Gracia de nuestro Señor Jesús.”
Así, el asunto quedó resuelto: la fe en Jesús, el Señor, era suficiente para la salvación.
Directrices para una Vida Agradable a Dios.
A pesar de que la salvación es por Gracia y Fe, en esa misma reunión se estableció la necesidad de ciertas pautas de comportamiento que permitirían a los gentiles apartarse del mal y agradar a Dios. Estos requisitos fueron enviados a todas las iglesias a través de una carta:
“Nos pareció bien al Espíritu Santo y a nosotros no imponerles a ustedes ninguna carga aparte de los siguientes requisitos:
Abstenerse de lo sacrificado a los ídolos¹,
de sangre²,
de la carne de animales estrangulados³ y
de la inmoralidad sexual.⁴
Bien harán ustedes si evitan estas cosas.” (Hechos 15:28-29 NVI)
Mi oración es que, al igual que los hermanos gentiles de la primera iglesia, puedas vivir tu fe en Jesús el Señor por Su Gracia. Y que, además, puedas cumplir estos requisitos que durante siglos han caracterizado al Pueblo Santo y a la Iglesia Fiel.
Oración
Padre Celestial, gracias por escribir tu Ley en mi corazón y permitirme vivir para ti a través de Jesús mi Señor.
Ayúdame a glorificarte con todo en mi vida. Que cada acción, cada palabra, cada sentimiento y cada pensamiento sea una respuesta de amor a tu Gracia.
Oro a ti en el Nombre precioso del Señor Jesús y en el Poder de tu Espíritu Santo, Amén.