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El Ayuno

El tema del ayuno dentro del cristianismo tiene tanto de ancho como de largo. Algunos inclusive, han hecho de éste un acto tan ritual, que terminan por convertirlo en un culto que raya en lo pagano y hasta se adentran peligrosamente en el ocultismo.

Otros toman el ayuno como un acto a través del cual le llaman la atención a Dios, para que les tenga pesar y lograr que Él termine por hacer lo que le piden, obstaculizando de esta manera la perfecta Voluntad de Dios.

¡Eso es manipulación!

A otros les da por hacer un ayuno y hasta más, semanalmente, para llamar la atención de los demás en doble sentido: Primero, para que les digan que tienen un nivel espiritual extremadamente alto y segundo, para así aparentar ser más santos que aquellos que no ayunan con tan inmoderada frecuencia.

Por supuesto que hay otros que ayunamos de manera silenciosa y moderada, tratando siempre que el único que se debe dar cuenta sea Aquel, ante quien humillamos nuestro corazón.

Entre otras cosas es que quebrantar esta carne no es para nada fácil, ya que, creo que a todos nos sucede que las primeras horas del ayuno son fáciles, todavía estamos llenos de los alimentos del día anterior. Pero cuando llega la hora de almorzar y ya pasaron más de 15 horas sin comer, nos empezamos a marear, nos sentimos débiles e irritables.

Ahora bien, ¿Por qué ayunamos?
Primero que todo, debemos dirigir la mirada a la Palabra de Dios, porque en ella se nos habla del ayuno, por lo tanto no está al margen del propósito divino. Además, también fue practicado por hombres y mujeres. El mismo Señor Jesús lo hizo.

Pero permítame decirle que una de las tantas razones del ayuno es para que podamos entender lo frágiles que somos. Con apenas unas horas sin comer nuestra personalidad y carácter se transforma. Sentir el hambre en carne propia nos hace más sensibles frente al hambre y al dolor del prójimo.

Además del hambre físico existe el hambre espiritual, que es más difícil de satisfacer. Existe un enorme vacío espiritual y acudimos a Dios quien se ocupa de llenarlo.

También ayunamos para mostrar humildad y arrepentimiento sincero, por actos que pudimos haber cometido contra Dios. Ayunar también puede hacerse con el propósito de centrar nuestro corazón en Dios y expresar de esa manera el profundo dolor por los pecados cometidos contra Él.

Por lo tanto, algo que nos debe quedar claro es que el ayuno no es una obra que hacemos como para impresionar a Dios, porque las obras por buenas que parezcan, nunca podrán superar la espiritualidad.

No es por demás escuchar al Señor Jesús, lo que Él dice acerca del ayuno:

“Cuando ayunes, no pongas cara triste como hacen los hipócritas, que demudan sus rostros para mostrar que están ayunando.
Te aseguro que éstos ya han obtenido toda su recompensa.
Pero tú, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara para que no sea evidente ante los demás que estás ayunando, sino sólo ante tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará.” Mateo 6:16-18

¡Ah!, olvidaba que, aunque parezca absurdo, puede suceder que muchos ayunan pensando seriamente en decirle al Señor, cómo es que Él les debe llenar no solamente la olla, sino también su estómago. Eso lo entiende perfectamente el Omnipotente y créame, pienso que no está mal hacerlo.

 

Rvdo. Nicolás Ocampo J.

Pastor

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