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El Templo

 ¡Hasta mis propios hermanos me ven como a un extraño! El amor que siento por tu templo me quema como un fuego; por eso me siento ofendido cuando te ofenden a ti. Salmo 69:8-9
Con la fuerte ola invernal que azota a mucha parte del planeta, y de manera particular a nuestra ciudad Medellín, el templo Íntima Devoción no ha escapado a una serie de inundaciones que nos ponen en uno que otro aprieto al momento de no solo evacuar el agua a punta de escoba y trapero, sino que tratamos de preservar los equipos, tanto instrumentos musicales como también aquellos que nos sirven para las transmisiones de Culto.  
 
Aunque es algo que solucionamos con cooperación o sin ella, para mí es muy notable ver que algunos hermanos acuden a ayudarnos, como también hay otros que ni siquiera se dan por enterados. Amo a los unos y a los otros.  
 
Debo decir que, esta semana (martes 8 de noviembre), entretanto atendía junto a mis hijos el Pastor Nicolás Jr y la Pastora Claudia una de las varias inundaciones del templo, no dejaba de pensar en el celo que el rey David sentía por el Señor y por Su Casa; este celo llegaba a tal nivel que cuando alguien insultaba a Dios, él también se sentía insultado. David estaba tan fuertemente identificado con Dios el Señor y lo amaba tanto, que tomó la reputación de Dios y de su “casa” (el Templo) como algo muy personal. Su “celo”, su pasión por Dios lo consumía.
 
Pero, lo que le sucedía a David fue de lejos superado por el Señor Jesús. El celo del Señor Jesús por Dios está en notable contraste con la actitud de esos líderes religiosos e hipócritas de su época que, en vez de adorar a Dios, se ocupaban en resaltar sus rituales, la misma Ley y hasta su propio “poder” y fama. ¿En qué desencadenó todo esto? En que no toleraban al Señor Jesús y Su Enseñanza, llevándolos a un nivel de intolerancia indescriptible y por supuesto de una falsa comunión con Dios.  
 
Es que, aunque los sacerdotes eran los guardianes de la Casa de Dios, habían cometido algo muy grave, habían perdido su rumbo espiritual, y perdido este, perdido el rumbo de todo lo demás. En vez de ser humildes, se habían vuelto arrogantes y cautivos de su propio poder lo que los encegueció a tal punto que, veían al Señor Jesús como una amenaza y no como lo que realmente es, Dios hecho hombre.  
 
No quiero que esto suene a crítica, pero peor aún está sucediendo hoy, cuando muchos pastores perdieron el celo por la Casa de Dios y la volvieron un nicho de especulación, un nido de ratas, una galería de comercio y de paso rompieron con la fidelidad al Señor y a Su Eterna Palabra. Nada qué reclamarle al mundo cuando es común que hoy se estén repitiendo escenas y aún peores de aquello que le tocó presenciar al Señor Jesús en persona.  
 
Francamente no estamos lejos de ver nuevamente al Señor látigo en mano, repitiendo la escena narrada en los evangelios cuando Él limpió el Templo, pero la intención malvada y sombría de muchos pastores y líderes queriendo matarlo otra vez por no tolerar aquello de La Adoración a Dios y el respeto por Su Palabra y claro, por Su Templo.  
 
Ahora intento entender el “por qué” la resistencia que algunos pocos muestran para escuchar La Palabra de Dios que predicamos en Íntima Devoción, negándose de paso a sacrificarle Adoración Verdadera, pero se vuelven expertos en hacer rituales que para nada agradan a Dios, aunque sean del agrado de los hombres
Rvdo. Nicolás Ocampo J.
Pastor
  

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