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Las Aflicciones

Parece que esto de las aflicciones es un tema de nunca acabar mientras estemos en este mundo.

Advertidos por el propio Señor Jesús, debemos aceptar que las aflicciones son inminentes y que estas tocan a todo el género humano, con la gran diferencia que los hijos de Dios sabemos a las claras donde refugiarnos, entre tanto no ocurre así con quienes aún no saben de Aquel que dijo que ya ha vencido todo aquel sistema entramado de donde se originan los sufrimientos:

Yo [Jesús], les he dicho estas cosas para que en mí hallen paz. En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo. Jua 16:33 

Para muchos lo de la aflicción es algo que quieren evitar a toda costa o por lo menos no asimilan, y resulta que entre más miedo les produce, más rápido e inesperadamente les llega. Parece  que huirle a la aflicción es muy parecido a huirle a la muerte. Tarde o temprano unas y otra llegarán.

Precisamente en este momento recuerdo un fragmento de una leyenda que aquí te traigo y está recogida en las “mil y una noches”.

“Vivía en Bagdad un comerciante llamado Zaguir. Hombre culto y juicioso, tenía un joven sirviente, Ahmed, a quien apreciaba mucho. Un día, mientras Ahmed paseaba por el mercado de tenderete en tenderete, se encontró con la Muerte que le miraba con una mueca extraña. Asustado, echó a correr y no se detuvo hasta llegar a casa. Una vez allí le contó a su señor lo ocurrido y le pidió un caballo diciendo que se iría a Samarra, donde tenía unos parientes, para de ese modo escapar de la Muerte. Zaguir no tuvo inconveniente en prestarle el caballo más veloz de su cuadra, y se despidió diciéndole que si forzaba un poco la montura podría llegar a Samarra esa misma noche. Cuando Ahmed se hubo marchado, Zaguir se dirigió al mercado y al poco rato encontró a la muerte paseando por los bazares.

– ¿Por qué has asustado a mi sirviente? – preguntó a la Muerte.       

– Tarde o temprano te lo vas a llevar, déjalo tranquilo mientras tanto.

– No era mi intención asustarlo -se excusó ella – pero no pude ocultar la sorpresa que me causó verlo aquí, pues esta noche tengo una cita con él en Samarra.”

 

Hay un imperativo entre muchos, para todos los mortales, y es que:

“…está establecido que los seres humanos mueran una sola vez, y después venga el juicio…” Heb 9:27

 

Mientras nos llega la muerte, quiero hablar mejor de las aflicciones, esas que puedo clasificar básicamente en tres categorías:

La primera, puede ser aquella que nace del hecho que nuestra vida participa de la naturaleza de la raza humana caída, hablo aquí de: Las experiencias como resultado de catástrofes naturales, la enfermedad, muerte en la familia y aun en la misma persona.

La segunda, pueden ser las aflicciones que Dios permite que nos toquen, que proceden de la malicia de satanás debido a que hemos sido liberados de su poder y él se esfuerza para imponer de nuevo su dominio sobre nosotros:

… Su enemigo el diablo ronda como león rugiente, buscando a quién devorar. 1Pe 5:8b

Y aunque no descarto que pueda haber otro tipo de aflicciones, la tercera, es esa que procede más directamente de la mano de Dios con el propósito de purificarnos: Él, en cambio, conoce mis caminos; si me pusiera a prueba, saldría yo puro como el oro. Job 23:10 

 

En algunas ocasiones puede suceder que se entrelacen estas aflicciones de manera que Dios puede emplear las primeras dos aflicciones que aquí menciono, para llevar a cabo su obra de formación en nosotros. De lo que sí debemos tener mucho cuidado es de atribuir a Dios, la aflicción que puede provenir como resultado de nuestras propias malas decisiones que nos llevaron a ejecutar malas acciones.

Quiero pues animarte para que hoy más que nunca vayas a la Presencia Grata y llena de Paz, de Aquel que no solamente nos da fuerzas en las aflicciones, sino que tiene todo el Poder para librarnos de ellas.

 

Claman los justos, y el Señor oye, Y los libra de todas sus angustias.

Cercano está el Señor a los quebrantados de corazón; Y salva a los contritos de espíritu.

Muchas son las aflicciones del justo, Pero de todas ellas le librará el Señor. Sal 34:17-19 

 

Rvdo. Nicolás Ocampo J.

Pastor

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