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Simplemente Transitorios

Eso somos los seres humanos, simplemente transitorios. Mientras tanto gastamos mucha parte de nuestra vida añorando el pasado, y con mucho miedo por lo que será nuestro futuro. Frente a la realidad de nuestra transitoriedad el siervo de Dios, Moisés, escribió:

Señor, a lo largo de todas las generaciones, ¡Tú has sido nuestro hogar! Antes de que nacieran las montañas, antes de que dieras vida a la tierra y al mundo, desde el principio y hasta el fin, Tú eres Dios. Haces que la gente vuelva al polvo con sólo decir: «¡Vuelvan al polvo, ustedes, mortales!». Para Ti, mil años son como un día pasajero, tan breves como unas horas de la noche. Arrasas a las personas como si fueran sueños que desaparecen. Son como la hierba que brota en la mañana. Por la mañana se abre y florece, pero al anochecer está seca y marchita. Nos marchitamos bajo tu enojo; tu furia nos abruma. Salmo 90:1-5

Cada vez que leo este salmo, no dejo de pensar  que por esta tierra estoy de paso, y que, aunque algunos ignoren esto y se crean invulnerables al punto que juegan a  ser eternos, sobre todo aquellos que tienen sed de poder, de fama y de riquezas. Es decir, andan muy ocupados en cosas que les restan sus fuerzas y mientras creen que avanzan en sus ambiciones, piensan que el tiempo se congela y al final no cayeron en la cuenta de que el tiempo transcurría inclemente a la par con sus deseos y ambiciones; la vejez les tomó la delantera y trágicamente van a querer hacer lo que a esas alturas de la vida ya no pueden lograr.

Muchos seres humanos olvidan que hay hechos inevitables que también deben estar en nuestro haber como son, no sólo el sufrimiento o la angustia, sino también la muerte. Jamás me cansaré de repetir que el único aspecto verdaderamente transitorio de la vida es lo que en ella hay, y que ciega y equivocadamente hacemos de ello lo esencial. Ahora bien, lo viable lo hacemos realidad, aunque a veces jugamos a ser “dioses” al tratar de hacer real lo imposible, ignorando que el Único que hace posible lo imposible es Dios.  

¿No ha notado usted que al confundir lo transitorio como si fuera imperecedero algunos terminan guardando cachivaches  y los archivan en el pasado, de donde los rescatan y se les quiere preservar de la transitoriedad, repito, creyendo equivocadamente que por rescatarlo del olvido, lo van a preservar por siempre y para siempre? Eso en cuanto a lo material a lo cual nos apegamos como si pudiéramos fusionar todo lo pasajero con lo verdaderamente esencial que es nuestra vida.

Creo que hoy más que nunca debemos  decidir, para bien o para mal, cuál será el monumento que vamos a levantarle a nuestra vida.

Lo lamentable es que con frecuencia la humanidad que no tiene a Cristo Jesús como el Todo en su vida se fija únicamente en la rastrojera de lo transitorio y pasa por alto que la realidad, como dice el apóstol Pablo se encuentra solamente en Cristo Jesús, dándonos a entender que lo demás, es lo de menos.

Todo esto es una sombra de las cosas que están por venir; la realidad se halla en Cristo. Colosenses 2:17 

Recuerdo que de niño fui bastante aficionado a los almanaques que la empresa privada regalaba y que algunos de esos calendarios por lo lujosos y completos que eran, prácticamente se volvían algo difícil de conseguir y en muchos casos inalcanzables y con más razón para un niño de mi edad. Debo destacar los almanaques de una empresa productora de tabaco y el de otra empresa productora de chocolate. Ambos tenían una singularidad, era que se podía arrancar la hoja del día a día; uno de ellos además tenía pensamientos y algunos axiomas o dichos de grandes pensadores. Créanme que todo, absolutamente todo, lo leía a pesar de mi niñez. Pero hay algo más, desde la primera hojita que me indicaba 1 de enero pensaba en cuándo sería 31 de diciembre; no sabía que estaba jugando al pesimista  y afanado que día a día arranca la correspondiente hoja del almanaque y como si fuera poco, increíblemente  observaba, con miedo y tristeza, cómo se reducía ese bloque de hojas según iban transcurriendo los días. Un día, muchos años después me di cuenta que era necesario abandonar ese miedo, pesimismo y tristeza, convirtiéndome en una persona de fe que aunque  muy   activa, igualmente arrancaba las hojas día a día, pero tomando la precaución de archivarla junto a las otras y de apuntar unas cuantas notas al dorso como si fuera un diario pero expuesto públicamente.

Hoy día cuando ya no existen esos almanaques, opté por  recoger y reflejar, con orgullo y goce, el arsenal de valores atesorados en las Sagradas Escrituras. Esas notas escritas a lo largo de mi vida me han permitido vivirla en una bonita e intensa relación con Dios. Ahora no me importa comprobar que voy envejeciendo.  Nunca lo he hecho, nunca  haría tal cosa como buscar una razón  para envidiar a los jóvenes, o para sentir nostalgia por mi lozanía perdida.  ¿Por qué habría de envidiar a la gente joven? ¿Por el brillante momento de sus posibilidades, por el futuro que les espera? No, gracias; en vez de posibilidades por hacer, aunque acepto que debo hacer mucho todavía,  yo cuento con las realidades de mi pasado: mis trabajos, el amor muy sentido de mis padres recibido además gratuitamente, me han dado un ingrediente fundamental para creer en que Dios me ama, que puedo amar a mi esposa Marlen, a mis hijos Nico Jr y Claudia, a mi nuera Mariana, a una personita que en vez de hojas de calendario me da obras de arte plasmadas en hojas de papel, donde me muestra no menos amor que el que yo le tengo a ella, mi nieta Victoria O. Y además puedo amar a las ovejas que el Buen Pastor, Jesús, nos ha encomendado y dejado a  nuestro cuidado.

No es por demás, valorar  los sufrimientos los cuales asumo con valentía y gallardía. De esos sufrimientos es de lo que me siento un tanto orgulloso, aunque quizá no produzcan el más mínimo de envidia en aquellas personas que me rodean.

Finalmente puedo concluir que soy una persona transitoria en esta tierra y que Cristo Jesús siempre fue, siempre es y siempre será el mismo. Gracias te doy Señor por enseñarme a apreciar y valorar lo eterno y a despojarme gradualmente del miedo a perder lo temporal.

 

Rvdo. Nicolás Ocampo J.
Pastor
  

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