Saltar al contenido

Íntima Devoción IEC

Inicio » Blog » Torres gemelas peligrosas

Torres gemelas peligrosas

En medio de ires y venires en este camino terrenal, nos toca enfrentar muchas situaciones que nos impulsan consciente o inconscientemente a emitir juicios que valga decirlo, no siempre son nuestra competencia hacerlo.

¿Por qué no es nuestra competencia hacerlo? Porque nos dejamos tomar por las manos de dos gemelas altamente peligrosas: La soberbia y la altivez.

Resulta que en la cultura hispano parlante nos la pasamos buscando el culpable de algún hecho cualquiera, entre tanto en la cultura anglosajona contrariamente, se buscan soluciones.

Precisamente al buscar un culpable de algo, muchas veces lo hacemos con la intención de imponerle un castigo despiadado acompañado de una dosis de soberbia y altivez, buscando una oportunidad de venganza muy parecido a lo que dice la canción de Gilberto Santa Rosa: “Todo lo que sube tiene que caer” y como si fuera poco nos pasamos el tiempo observando nuestro objetivo, aplicando otra frase de la misma canción: “Déjala(o) que siga, yo la (o) agarro bajando, aunque dicho sea de paso, hay personas que ni siquiera merecen ser agarrados mientras van en desenfrenada picada. ¿Por qué? Porque solamente hay un rasero que no se puede evadir que además de ser  inclemente es temido por todos los seres humanos, sean ricos o pobres; feos o bonitos; altos o chiquitos; lejanos o cercanos; soberbios o humildes; ese rasero no escoge a quién medir, simplemente mide, dejando a todos en una misma ubicación: ¡La muerte! Es el sabio rey Salomón quien al respecto escribe:

Los hombres terminan igual que los animales; el destino de ambos es el mismo, pues unos y otros mueren por igual, y el aliento de vida es el mismo para todos, así que el hombre no es superior a los animales. Realmente, todo es absurdo, y todo va hacia el mismo lugar. Todo surgió del polvo, y al polvo todo volverá. Eclesiastés 3:19-20 

Y como si fuera poco, agrega el rey Salomón:

Acuérdate de tu Creador antes que se rompa el cordón de plata y se quiebre la vasija de oro, y se estrelle el cántaro contra la fuente y se haga pedazos la polea del pozo. Volverá entonces el polvo a la tierra, como antes fue, y el espíritu volverá a Dios, que es quien lo dio. Eclesiastés 12:6-7 

 Debemos pues, recordar lo que nos dice el sabio rey: “Los hombres terminan igual” de manera que es muy válido pensar a cuál de los conglomerados pertenecemos, si al conglomerado de los altivos y soberbios, o al de la gente noble que procede con humildad y se niega a esperar vengarse de algún semejante, que en algún momento fue su “victimario”.  No olvidemos como lo dijo el teólogo alemán Ángel Silesius: “En mar se convierte la gota de agua que cae al mar”

Pregunto: De cuál mar eres una gota, del mar de los humildes y nobles, o del mar de la gente que se la pasa por la vida como caza fantasmas, guiados por estas dos gemelas peligrosas que solo dejan un lastre de desgracia como resultado de sus juicios vengativos, a sabiendas que algún día, serán juzgadas por el Juez Justo de Vivos y muertos, o como me lo decía mi padre, Don Pastor Ocampo, refiriéndose a que todo llegará a su fin: “Anda frío, que el sol calienta”

Sea pues este inicio de 2021, y después de haber vivido un 2020 muy sui generis por todos los acontecimientos conocidos, que nos despeguemos de las manos de aquellas gemelas fatales mencionadas y nos aferremos de las manos del Espíritu Santo, del espíritu de rectitud y del espíritu de nobleza sobre los cuales el rey  David le rogó al Señor en el salmo 51 que le diera para de esa manera ser libre del espíritu vengativo, soberbio y altivo.

Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, Y renueva un espíritu recto dentro de mí. No me eches de delante de ti,  Y no quites de mí tu santo Espíritu. Vuélveme el gozo de tu salvación, Y espíritu noble me sustente. Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos, Y los pecadores se convertirán a ti. Líbrame de homicidios, oh Dios, Dios de mi salvación; Cantará mi lengua tu justicia. Salmo 51:10-14

 

Rvdo. Nicolás Ocampo J.

Pastor

  

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Traducir »