¡Gracias, gracias, gracias!
Estos días, las mañanas empiezan para mí antes del amanecer, cuando un hombre habitante de calle que duerme en la acera del frente al apartamento donde vivo y con una tos demasiado sonora me despierta, y es como si quisiera decir, si yo no duermo nadie duerme. Puedo darme vuelta e intentar volverme a dormir, pero sus toses insistentes hacen imposible que pueda relajarme.